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Proyecto "celulosa del pasto": Los árboles podrán morir de pie

Un novedoso y original proyecto fue desarrollado por una docente y alumnos del Instituto "Profesor José María Ruperto Gelós" de Gualeguaychú en donde se demuestra el talento, la creatividad y el compromiso ambiental de nuestros jóvenes.

 

Hace unos pocos días, Peter Tabichi, el Keniano elegido el mejor maestro del mundo dijo en respuesta a cuál fue su método para incidir positivamente en una población estudiantil marcada por la pobreza y la desigualdad social: “Puse el foco en los clubes de ciencia porque es la mejor manera de que estos estudiantes estén juntos. Es la mejor forma de apoyarlos. La ciencia los motiva, los hace ser en definitiva mejores personas. Yo integro mucho la tecnología en las clases, y ves cómo ellos se van motivando y van trabajando en diferentes áreas científicas. Con esto ellos trabajan en grupos, forman equipos de trabajo, se hacen más creativos, tienen que mostrar sus ideas, hacer presentaciones. La ciencia es central para mejorar los aprendizajes y a la sociedad".

En nuestra ciudad (Gualeguaychú), esta máxima se aplica de un modo silencioso pero con resultados admirables y que merecen destacarse. En una institución educativa como el Instituto secundario “Profesor José María Ruperto Gelós”, más conocido como el colegio del Club Pescadores, un grupo de alumnos de quinto año, bajo la tutela de una docente que sabe que incentivar la curiosidad, la investigación y el placer no tienen por qué estar contrapuestos ya que descubrir un mundo que nos invita a transformarlo en la búsqueda de la mejora de la calidad de vida puede convertirse en una actividad no solo entretenida sino que, además, ayuda a formar nuevas generaciones ávidas de conocimiento y crecimiento personal y social.

 

"Nos pusimos a pensar entonces en alguna fuerte alternativa para reducir justamente la tala de árboles que son los pulmones del planeta, es decir absorben el dióxido de carbono, uno de los responsables del calentamiento global".

 

Gualeguaychú tiene el triste privilegio de ver pasar cientos de camiones cargados de árboles rumbo a las pasteras productoras de papel con la carga de agresión al planeta desde diferentes niveles y formas de contaminación; la deforestación nos está condenando irremediablemente al cambio climático con sus nefastas consecuencias. Sin embargo, en un aula, jóvenes de nuestra ciudad piensan y desarrollan alternativas que puedan detener ese proceso que parece irreversible. Así nació este desafío que hoy ya es una realidad: generar papel sin destruir árboles. Apenas eso.

“Este proyecto hace un año que lo estamos trabajando -dice la profesora Superior de Física y Química Florencia Aguiar- surgió en el año 2018 mientras estábamos estudiando los tejidos vegetales. Como siempre tenemos presente la ecología, nos preocupó tomar conciencia de que a raíz de la utilización de la celulosa para la fabricación del papel y que se saca de los árboles, de la madera, el camino hacia la deforestación era algo muy preocupante; eso, junto a toda la contaminación que estamos recibiendo y sumado a otros factores, afecta al cambio climático. Nos pusimos a pensar entonces en alguna fuerte alternativa para reducir justamente la tala de árboles que son los pulmones del planeta, es decir absorben el dióxido de carbono, uno de los responsables del calentamiento global. Entonces hicimos el siguiente razonamiento: si el pasto tiene celulosa ¿por qué no extraer la materia prima de ahí? Después de un trabajo bastante intenso, seleccionamos el gramillón, que es de crecimiento rápido, poca demanda de agua y corto tiempo de reposición. Es decir, la materia prima crece constantemente.

¿Es impensable que Gualeguaychú pudiera tener su propia fábrica de papel a base de pasto? “No, de ninguna manera puede pensarse esto como algo descabellado -interviene la profesora Aguiar- es perfectamente factible hacerlo a nivel industrial, no nos olvidemos que lo más barato que tiene es la materia prima".

El clima en el aula es de una felicidad absoluta, sobre un escritorio, se exhibe el proceso de transformación de pasto a papel. Un papel blanco que es la prueba palpable de que lo que hace unos meses parecía un juego no exento de frustraciones, hoy se ve y se toca. Y no es solamente el hecho de acariciar un pedazo de papel lo que los hace sentirse satisfechos sino la convicción de que otro futuro es posible, que soñar es posible, que la voluntad y la búsqueda de conocimiento pueden transformar, empezando por quienes se atreven; como Agustín Gómez, uno de los alumnos que dice sin ocultar su orgullo por pertenecer a este grupo de alumnos investigadores: “Desde el primer día me enganchó la posibilidad de descubrir algo nuevo, después, esa emoción por saber si lo lograríamos. Y por último la satisfacción al ver que lo logramos”

“El proceso es absolutamente novedoso -interviene la docente-, estamos patentando el método porque no se ha hecho en otro lado”. Se acerca a la mesa en donde todo el material está expuesto y detalla: “Lo primero que hacemos es una molienda del pasto con oxido de cal, de este proceso vamos colectando la lignina que luego va a una cocción alcalina con hidróxido de sodio obteniendo la pasta de celulosa pura. A esta última mediante un prensado en caliente le quitamos la humedad y el resultado es el papel. “

¿Para qué sirve este proyecto? Santiago Ahumada, otro de los alumnos involucrados, no duda en afirmar: “El proyecto es para cuidar la ecología, el ambiente, además disminuimos los costos de la producción del papel que acá es mínimo. ¡Es tremendo esto!” dice con una comprensible euforia. “Tal cual -agrega sonriente Lucas Leonel Correa, quien absolutamente convencido, dice: “ yo quiero ser bioquímico para investigar todo lo relacionado a la botánica”

¿Es impensable que Gualeguaychú pudiera tener su propia fábrica de papel a base de pasto? “No, de ninguna manera puede pensarse esto como algo descabellado -interviene la profesora Aguiar- es perfectamente factible hacerlo a nivel industrial, no nos olvidemos que lo más barato que tiene es la materia prima, que está a disposición nuestra en cualquier campo, banquina, jardín -se entusiasma-, no consume prácticamente agua -a diferencia de los eucaliptos- , es de rápido crecimiento, resistente a las heladas, en fin, es imposible no ilusionarse y pensarlo como un gran aporte no solamente a nuestra ciudad sino a todo el planeta, cada uno aportando su granito de arena.”

Al salir del aula, el bullicio regresa a la misma entre risas y palmadas. Y no puedo dejar de pensar: ¿Quién dijo que todo está perdido?

Quienes son

Alumnos del Instituto Secundario Prof. José María Ruperto Gelós, 5 año ciclo orientado a ciencias naturales: Aguiar, María Florencia (profesora); Reisenauer, Karen; Alvarenga Milagros; Bonilla, Pilar; Goyeneche, Emilia; Gómez Amatore, Sofía; Correa, Lucas; Bibé Fazio, Gerónimo; Lemas, Julián; Olano Gómez, Santino; Gómez, Agustín; y Ahumada, Santiago.

¿De qué se trata la investigación?

El desarrollo de esta investigación está centrado en la posibilidad de utilizar una fuente de celulosa (materia prima del papel) distinta a la madera. De este modo, se busca contribuir a la reducción de la deforestación, el calentamiento global y demás agresiones irreversibles al planeta. Para la fabricación de una tonelada de papel se tan aproximadamente 14 árboles (en general eucaliptus), cada uno de ellos consume aproximadamente 20 litros de agua por día lo que significa un consumo de agua dulce de aproximadamente 20.000 litros por día y por hectárea (con unos 1000 árboles aproximadamente en dicha superficie)

¿Podemos reemplazarlo?

Lo novedoso de esta investigación que se encuentra en proceso de patentamiento ya que fue una idea original desarrollada y llevada a cabo por la docente y su grupo de alumnos. Se trata de la utilización de la variedad Stenotphrum secundatrum, conocido vulgarmente como gramillón, un césped común de los climas cálidos, de rápido crecimiento (se recupera en unos 15 días), muy bajo consumo de agua (el equivalente a un vaso de agua por día) y un alto contenido en celulosa (entre un 30 a 40%).

 

Nota publicada en El Día el 4 de julio de 2.019.

 

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