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Reconocimiento a Ester Ballestrino de Careaga, Madre de Plaza de Mayo

La Dirección de Derechos Humanos de la Municipalidad recuerda a Esther Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, al cumplirse 100 años de su natalicio. Las Madres, ejemplo de lucha y resistencia, serán homenajeadas el 24 de marzo, con la presencia de su hija Ana María.

El profesor Eduardo Ojeda realiza una semblanza de esta luchadora: “A cien años de su nacimiento en Fray Bentos un 20 de enero de 1918, hoy la recordamos como un ejemplo extraordinario de coraje cívico y amor militante.
Siendo niña su familia se traslada del Uruguay al Paraguay. Maestra normal y luego Doctora en Bioquímica y Farmacia por la Universidad Nacional de Asunción, tuvo ya en su juventud una militancia pionera en el Partido Revolucionario Febrerista, así como en el Movimiento Femenino del hermano país, donde aboga desde muy temprano por los derechos de las mujeres. Opuesta a la dictadura de Higinio Morínigo, resulta perseguida política; ella y su marido deben exiliarse en la Argentina donde tienen sus tres hijas, Esther, Mabel y Ana María.

En nuestro país continúa realizando tareas de solidaridad y lucha junto a otros perseguidos políticos de las sucesivas dictaduras sufridas en el Paraguay. Como militante de izquierda reconocida del febrerismo y de los derechos de la mujer, Esther comparte encuentros con Salvador Allende, Ernesto “Che” Guevara, Zelmar Michelini y es invitada a Cuba cuando se consagra la Revolución.

Mientras tanto continúa su desempeño profesional y la crianza de sus hijas. A comienzos de la década del cincuenta es jefa de los laboratorios Hickethier-Bachman, en Buenos Aires; allí ingresa como ayudante de laboratorio un joven de 17 años con el que mantendría una larga amistad. Introduce al joven en el conocimiento del pensamiento político, le habla de la obra de los jesuitas en el Paraguay colonial y hasta le enseña algunas palabras en guaraní. Se trata de Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, que la recuerda como `una mujer extraordinaria`.

Producido el golpe militar de 1976, es desaparecido uno de sus yernos: comienza la búsqueda y la lucha de Esther pero el 13 de junio de 1977 es su hija Ana María, de tan sólo 16 años y embarazada de tres meses, la que es secuestrada y desaparecida. `Nos ponían cassettes de discursos de Hitler para ahogar los gritos mientras nos torturaban`, recuerda Ana María. Luego de padecer indecibles tormentos en el campo de concentración llamado `Club Atlético`, la joven es liberada. El abrazo de los padres con su hija. Milagrosamente la bebé que lleva en su vientre está a salvo. Esther se reencuentra con las madres con una noticia esperanzadora: una de las secuestradas había reaparecido. Pero conscientes del terror que se había desatado en nuestra patria, los padres deciden comenzar los trámites para sacar a Ana María del país, quien finalmente encuentra asilo en Suecia.

Las madres felicitan a Esther y le piden que no regrese a la Plaza de Mayo, que es muy peligroso: `Ya está, ya encontraste a tu hija` le dicen. Pero ella contesta, para el asombro y la admiración de todas: `No, no. Yo me quedo con ustedes. Voy seguir hasta que aparezcan todos, porque todos los desaparecidos son mis hijos’.

Ese enorme y conmovedor acto de coraje y solidaridad le costaría la vida: poco después, un 8 de diciembre de 1977 en la iglesia de la Santa Cruz, en el barrio porteño de San Cristóbal -mientras se celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción- Esther es secuestrada por un `grupo de tareas` de la Armada junto a otra madre, María Eugenia Ponce de Bianco, la monja francesa Alice Domon, y los militantes Ángela Auad, Gabriel Horane, Raquel Bulit y Patricia Oviedo. Dos días después es secuestrada Azucena Villaflor de Vincenti, otra de las madres fundadoras.

El genocida Alfredo Astiz, infiltrado en el movimiento de Madres, había señalado a las más activas y politizadas, con el fin de descabezar y terminar su organización. Detenidas en la ESMA, las tres madres sufrieron los `vuelos de la muerte`, arrojadas con vida al mar, que devolvió sus cuerpos. Desaparecidas por segunda vez, son enterradas como NN en el cementerio de General Lavalle, y allí permanecen durante décadas, hasta que el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense permitió identificarlas en 2005.

Esther pertenecía a la estirpe de aquellos que Bertolt Brecht llama los `imprescindibles`, los que luchan toda la vida. Las Madres, como las olas del mar, como la dignidad y la memoria, siempre vuelven”.

 

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