Franklin Delano Roosevelt ganó cuatro elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Su carisma político y sus gestiones como mandatario lo convirtieron en un personaje querido por el pueblo e imbatible en las urnas. Todo ello fue logrado pese a su afección que lo aquejaba. En 1921 contrajo poliomielitis quedando postrado en una silla de ruedas, pudiendo apenas pararse ayudado por muletas o con artefactos que mantenían sus piernas rígidas. Su condición era conocida prácticamente por todos, sin embargo ésta era ocultada de manera sistemática. Hacía sus discursos y apariciones públicas sentado o a lo sumo ayudado por la ortopedia que lo mantenía en pie y le permitía dar algunos pasos.
Por JAVIER ALEJANDRO GAUNA
El momento más crítico en su vida fue anunciar que Estados Unidos entraría en la Segunda Guerra Mundial luego del ataque a Pearl Harbor. Dicho acto se llevó a cabo bajo una intensa cobertura periodística, los ojos del mundo escrutaron la escena. Roosevelt no quería mostrar debilidad, apoyado en el hombro de su hijo caminó lento hacia el estrado atravesando el salón. Miles de personas aplaudieron el heroico andar. Y vieron como un presidente físicamente disminuido se sobreponía a todo para desafiar al mundo en el evento más importante del siglo XX.
En estos convulsionados días que vivimos en Argentina me encuentro nuevamente con la impactante imagen de una mandataria en silla de ruedas. Esta vez mostrando deliberadamente una afección para tratar de influir sobre las agrestes aguas de la marea violenta que nos inunda. En otras palabras, quiso dar un poco de lástima. Intentó disimular la falta de altura política para enfrentar las acusaciones en su contra, ello sumado a las causas de atentados y encubrimientos que muestran la incapacidad (¿voluntaria?) de su gobierno para resolver crímenes aberrantes que todavía sobrevuelan nuestro país. Me pregunté si esto era lo peor que había visto en mi vida en cuanto a recurso político detestable. Luego recordé a otro presidente, el asesino dictador chileno Augusto Pinochet. Quien paseara millas enteras en silla de ruedas para evitar ser juzgado por sus delitos aberrantes en Inglaterra. Y así fue. Dio lástima y logró escaparse. Al llegar a Chile se paró sonriente demostrando la caradurez de sus actos.
Roosevelt sólo se sentaba en su silla de ruedas cuando nadie lo veía. Pinochet exageraba su convalecencia ante las cámaras. Por su parte Cristina Fernández de Kirchner durante más de una hora nos tiró encima su innecesaria imagen postrada siendo que podría haber utilizado un escritorio o el sillón (con el perrito) como supo hacerlo antes.
Sólo me queda una pregunta pendiente y quisiera que también usted lector se la haga: cuando la cámara se apagó ¿Cristina siguió sentada en su silla de ruedas?
Javier Alejandro Gauna. 35 años. Escritor uruguayense radicado en Paraná. Publicó "Itá Caabó" (cuentos, 2008). Posee varios artículos y publicaciones en distintos medios.
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