El doctor Esteban Laureano Maradona vivió más de medio siglo en la provincia de Formosa, dedicado a atender las necesidades básicas de una región abandonada, indigente y sin futuro. La singular vida este médico incluye la guerra del Chaco y esa condición que tienen algunos humanos: servir a los demás.
Por ANÍBAL GALLAY (especial para EL MIÉRCOLES DIGITAL)
El 4 de julio de 1895, nació en la ciudad de Esperanza Laureano Esteban Maradona, quien décadas después será considerado un ejemplo de fidelidad al juramento hipocrático. Inclusive en la Argentina el 4 de julio es el Día del Médico Rural, en su homenaje.
Aprendió a leer y escribir con sus hermanas mayores, y se crio “al aire libre, como un salvaje”, según le gustaba definirlo. Trasladado a Buenos Aires con su familia hizo allí el secundario e ingresó a la facultad de medicina. Trabajó como tipógrafo e inclusive tuvo alguna incursión política siendo candidato a diputado por el partido Unitario. Ya medico, en 1930 se trasladó a Resistencia instalando un consultorio “con chapa y todo”, solía decir con cierto humor. Dio charlas sobre higiene laboral (como se decía entonces) invitado por algunos sindicatos, lo que le valió alguna mirada poco amigable del jefe de Policía, teniendo en cuenta que en septiembre de ese 1930, se había producido el golpe de Estado que derroco a Hipólito Yrigoyen.
En septiembre de 1932 Bolivia y Paraguay iniciaron las hostilidades en la llamada Guerra del Chaco. Este enfrentamiento estuvo fisgoneado por multinacionales del petróleo. Eran empresas que pretendían el control del Chaco Boreal.
Y por razones nunca explicadas, el joven médico viajó a Asunción y se presentó como enfermero. Poco después, dándose a conocer como médico fue jefe de un buque hospital recibiendo un grado en la armada paraguaya. En medio de la guerra conoció a una joven de nombre Aurora Evalí con la que pensaba formar una familia. Pero, Aurora Evaly falleció de fiebre tifoidea en 1934, como si fuera una narración de Roa Bastos.
La guerra terminó en junio de 1935, Maradona renunció a su puesto y emprendió el regreso a la Argentina. Desde la ciudad de Formosa emprendió un viaje en tren, hacia el oeste. Pensaba llegar Tucumán para visitar allí a su hermano.
El tren que atraviesa el monte formoseño en una línea recta, hizo la rutinaria parada técnica en Estanislao del Campo, una pequeña población que llevaba ese nombre desde diciembre de 1927. Alguien entra a los gritos al vagón preguntando si viajaba algún médico. Maradona se baja del tren y atiende a una señora en su complicado trabajo de parto. La madre y la niña sobreviven. El tren ya había partido, y Maradona se queda. Se instala en un cuarto y en pocos días ya toda la zona conoce que había llegado un médico. Solo curanderos, comadronas y voluntarios se ocupaba de la salud de las personas, con una mayoría de aborígenes pilagás. Unos días antes había cumplido 40 años.
Emprende Maradona una suerte de cruzada favor de los aborígenes en particular. En pilagá lo llamaron Pioj-Nak que en una traducción aproximada seria como “Hombre dios”. Funda una colonia, preside una comisión que gestiona ayuda para la población, erige una escuela (con la colaboración del club Boca Junior) y atiende las dolencias de aborígenes, criollos y gringos. Escribe el libro A través de la Selva, publicado por editorial Castellvi de Santa Fe, y otros 20 que permanecen inéditos. A comienzos la década del 80, un programa de televisión llamado Argentina Secreta (de Roberto Vaca y Daniel Pla) dan a conocer al país esta historia del doctor Maradona. Esto llama la atención y comienza a recibir homenajes de todo tipo e inclusive se lo propone en tres oportunidades para el Premio Nobel de la Paz. Pero Maradona continuó viviendo en una modesta casa hasta 1987, año en que pasa a residir en Rosario, en casa de su sobrina nieta. Había pasado más de medio siglo desde su llegada a Estanislao del Campo. Falleció el 14 de enero de 1995.
En Estanislao del Campo una calle lleva su nombre, y su casa ha sido recuperada y protegida, siendo monumento Histórico Provincial. Una ley nacional dispuso que el 4 de julio sea el Día del Médico Rural, en su homenaje.
Cada vez que recibía alguna distinción solía repetir: “no soy merecedor de todo esto, porque no he hecho otra cosa más que cumplir con mi deber”.
(La fotografía fue tomada en julio de 1994, por el autor de esta nota)
anibalgallay52@hotmail.com
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