Evo Morales no es un santo, ni tampoco un demonio. Es un hombre de carne y hueso que encarnó ilusiones y fracasos y cuyo balance de resultados deberán realizar principalmente sus compatriotas. Lo que llena de dolor es el actual desenlace de su liderazgo institucional. La historia dará su versión (que nunca es unánime, claro). Pero es lícito intentar un …
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