A casi seis meses del femicidio que conmocionó a gran parte del país, los padres de Micaela García concedieron un reportaje al diario capitalino Clarín, donde cuentan como son sus días ahora y las razones para seguir luchando por concretar los sueños de su hija.
La vida de Micaela García (21) fue intensa y comprometida. Por eso no es difícil comprender que sus padres, Néstor “Yuyo” García (52) y Andrea Lescano (47), la recuerden en presente. Cuatro días después del inicio del juicio por el femicidio de la estudiante de Educación Física, en Gualeguay, aseguran a Clarín: “Uno la siente como que está dando vueltas. Micaela está influyendo para sacar lo mejor de nosotros en el momento en que más lo necesitamos”.
Poco después del crimen de su hija, asesinada el 1° de abril, Andrea y Néstor formaron la “Fundación Micaela García, La Negra”, como una herramienta para “cumplir sus sueños”.
En menos de seis meses ellos, los tres hermanos de Micaela (Ayrton, Alejo y Jano), y aquellos que la conocieron, atravesaron un camino cargado de dolor pero reconvertido en fortaleza. “A Mica la queremos recordar viva”, repiten cada vez que alguien pregunta por el juicio en el que buscarán condenar a los responsables del crimen. “Nosotros queremos que haya justicia, que los que le hicieron esto paguen, pero somos muy conscientes de que esa justicia no nos va a devolver a nuestra hija”, afirma “Yuyo”, al tiempo que recuerda orgulloso que Micaela “tenía una garra, una fuerza, que superaba todo”.
Así está hoy el lugar donde hallaron asesinada a la joven, cerca de una estancia, en Gualeguay. (Foto: Juan José Nievas)
El juicio que afrontan Sebastián Wagner (30), Néstor Pavón (36) y Gabriel Otero (21), por el “homicidio triplemente agravado y abuso sexual agravado de Micaela García”, se desarrollará hasta mediados de octubre a puertas cerradas. Nadie más que los convocados por el Tribunal Oral N° 2 de Gualeguay podrán ingresar a las audiencias, por pedido de la familia de la joven.
“Todavía no hicimos el duelo, estamos en ese proceso. Yo en ciertas cosas no tomo conciencia de lo que pasó. Por ahí, le compraba ropa deportiva que le gustaba, y todavía paso por un local y tengo el instinto de entrar y comprarle. Aún no caí”, reconoce la mamá de Micaela, que en medio del dolor y del desarrollo del juicio está terminando su tesis para recibirse de licenciada en Higiene y Seguridad en el Trabajo.
Es viernes, afuera empieza a caer el sol y sentada en la sede de la fundación, en Urquiza 219, (Concepción del Uruguay), Andrea dice: “La siento, un viernes como hoy era cuando yo más me comunicaba con ella, un sábado que la estaba esperando o los domingos. Para mí, el fin de semana no tiene que existir más...”, lamenta. Y recuerda los días en que ambas se sentaban a estudiar juntas: “A veces nos sentábamos a leer, a estudiar cosas diferentes, pero una al lado de la otra. Ella me decía que quería que me reciba, que no sabía si se usaba en mi facultad, pero que ella me iba a tirar huevos. Por eso terminar el trabajo final, presentarlo, ha tenido una carga emocional muy fuerte. Me costó muchísimo”, admite.
Andrea y Néstor viven en Colón, a 40 kilómetros de Concepción del Uruguay, donde Micaela militaba, tenía su novio y sus amigos. Y donde ahora funciona la fundación en su honor.
Tres años antes de su muerte, la joven de 21 años se había mudado a Gualeguay para estudiar el profesorado de Educación Física, donde ahora cursaría el cuarto año. Su pasión era la gimnasia aeróbica y su sueño, ayudar a “combatir la desigualdad”.
La madrugada del 1° de abril, Micaela fue hasta el boliche King, en Gualeguay, a una fiesta del Centro de Educación Física. Alrededor de las 5.45 se retiró y regresaba al departamento que compartía con una amiga. A las 9 tenía que tomar un micro a Colón para ir a casa de su familia. Pero nunca llegó.
“No sabés lo que era esperar. Y cuando no teníamos ninguna información, era tremendo, las horas no pasaban”, recuerda Néstor sobre los primeros momentos de la desaparición de su hija.
Días después encontraron una sandalia, junto a un contenedor, a tres cuadras de la casa donde vivía. Se cree que en ese lugar, donde ahora hay un mural que la recuerda, Micaela fue secuestrada por Wagner, Pavón y Otero. Que de allí la trasladaron a un camino rural, abusaron de ella y la asfixiaron.
Fueron ocho días de búsqueda, esperanza y desesperación hasta que hallaron su cuerpo, al costado de un árbol.
Sebastián Wagner deja los Tribunales Provinciales la Gualeguay en el juicio sobre Femicidio Micaela Garcia. (Foto: Juan José García).
“Después de lo que pasó ya no puedo estar ajeno a las cosas, la enseñanza que Micaela me da como padre es no bajar los brazos, a pesar de que yo los bajé en algún momento, ella no los bajó nunca. Cada cosa que nos enteramos, nos muestra su fortaleza. Micaela está, habla a través de mí, a través de Andrea. Pone en nosotros la forma en que eligió vivir, en que eligió morir. Porque no tengo dudas que Micaela prefirió morir antes de perder la dignidad en manos de sus violadores. Creo que eso muestra lo que fue mi hija, el ejemplo que gracias a Dios he podido interpretar y nos ayuda día a día para luchar por su sueños”, analizó Néstor el primer día del juicio, conteniendo las lágrimas.
Tanto en Gualeguay como en Concepción del Uruguay, el crimen de Micaela impactó a todos. Por la crueldad del femicidio y por la personalidad activa de la joven. También, porque Wagner, un violador reincidente, había sido liberado anticipadamente por el juez Carlos Rossi, a pesar de que un informe penitenciario lo desaconsejaba.
“Tu sonrisa como bandera”, rezan los murales que hay pintados en su honor. Según lo que cuentan sus familiares, hay más de 200 en todo el país. Igual que comedores y organizaciones que llevan su nombre.
“Lo que pasó movilizó a muchos chicos de todos lados que nos escriben y nos piden ayuda. Creo que eso tiene que ver con lo que ella sembró, con lo que ella era”, concluyen sus padres.
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