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Todos los Diegos, el Diego

Hoy dijo basta el corazón del Diego. O del Pelusa. O del Barrilete Cósmico. El pueblo argentino, en su mayoría, expresa su tristeza en las redes sociales, en conversaciones personales. Pero hay mucha gente que no logra entender esa tristeza, esos sentimientos generados por un ser muchas veces tan contradictorio, tan incoherente en algunas posturas, tan humano, tan espejo. Aquí, algunas voces, algunas reflexiones, casi como en una charla de amigos...

 

Por MARTÍN BARRAL de EL MIÉRCOLES DIGITAL

Ilustraciones: MALENA GUERRERO y JAVIER TOTO LÓPEZ

 

El Diego nunca pudo dejar de ser El Diego. Se drogaba y se lo veía así. “Vergüenza para el país. Negro falopero, tramposo”. Lo escuché muchas veces. Lo escuché de gente que se avergonzaba de eso y reivindica o disculpa el robo de bebés, los vuelos de la muerte, la tortura. De gente que jamás levantó la voz contra ningún poder, de gente que se cree superior y trata a alguien despectivamente por “negro”. Estos hoy festejan su muerte. No son los únicos. No hace falta decir más.

Pero el mundo lo llora, mayormente. Lo llora por sus virtudes (que fueron muchas) y no por sus defectos (que fueron muchos). Un buen intento para explicar la razón lo hace Eduardo Sacheri en su famosísimo ‘Me van a tener que disculpar’: “Tiene muchos defectos. Tiene, tal vez, tantos defectos como quien escribe estas líneas o como el que más. Para el caso es lo mismo. Pese a todo, señores, sigo sintiéndome incapaz de juzgarlo. Mi juicio crítico se detiene ante él, y lo dispensa”. Y sigue. Sí, hay muchas cosas en su vida injustificables, pero también está el otro Diego, que es el que le provoca eso a Sacheri y a millones más en el mundo.

¿Qué es lo que entristece? ¿Entristece la partida de un hombre que hace rato la estaba pasando mal? ¿Entristece la partida de un hombre que no pudo ganarle a sus adicciones? Particularmente, me apenaba mucho verlo cómo estaba en estos últimos años. Con todas las veces que La Parca lo había venido a buscar sin éxito parecía inmortal. Pero no.

Entonces, ¿qué es lo que duele? ¿Duele El Diego o los recuerdos de los momentos que él representa?

Creo que sí, entristece el ver morir a una etapa de nuestras vidas, la tristeza es por lo que ese hombre simbolizaba en nuestros recuerdos, por los sentimientos que ese hombre había generado en muchísimos de nosotros en distintas épocas de nuestras vidas. Dentro y fuera de la cancha. ¿Qué un partido de fútbol no es lo mismo que una guerra? ¡Más vale!, pero ¿quién no lloró con esos goles tan emblemáticos, por esa ‘venganza’ a nuestros “enemigos”? ¿Quién no se conmovió con el tobillo del Diego en Italia, dándolo todo por estos sudacas, con vidas atadas con alambre? ¿Qué rebelde no se vio a sí mismo cuando El Diego buscaba que al fútbol lo manejen los trabajadores y no los banqueros?

Para mí, esto que se siente es la tristeza por ver morir el símbolo de una parte (importante para los que nos gusta el fóbal) de nuestra adolescencia, el símbolo de los de más arriba. ¡Ojo!, que así como hizo cosas para amarlo también las hizo para odiarlo. De Me*em a Fidel y el tatuaje del Che, de los balines al programa propio de TV, los dos goles a los embusteros ingleses, el frustrado sindicato de jugadores y la enfermera yanqui, la Claudia y la Sinagra, las nenas y el continuo rechazo a Dieguito, el Pelusa con sus sueños y el doloroso "eeee, eeee, eeeeeeeeeeee", las calles de barro en la villa y las canillas de oro de su casa en Nápoles, de la Tota que de noche no comía para que sí lo hagan sus hijos a codearse con presidentes y las realezas, el Diego que no podía salir a la calle anónimamente en ninguna parte del mundo, el sídieguizmo, y siguen las situaciones que no sé cuántos de nosotros hubiésemos podido manejar. O digerir. Entregó todo lo que pudo y nunca (nunca) le exigió lo mismo a nadie de los que se burlan, lo critican o lo insultan. Y tampoco a los que lo rodeaban. Muchos hubiesen quedado pagando.

Pobre Diego, la vida que le ha tocáu. Sin embargo, Manu Chao, un indiscutible artista que denuncia las injusticias del mundo, afirma: “Si yo fuera Maradona viviría como él” en ‘La vida es una tómbola’. Cientos de canciones para un tipo que gente común juzga como si él fuera gente común. Y no. No lo era.

No se trata de deidades, de beatificarlo. O sí, se trata, tal vez, de la más terrenal de las deidades. El hombre que todo lo podía y que a su vez era un saco de defectos. Ese hombre que nunca se olvidó de dónde venía. Y tal vez esa sea la explicación de muchas malas decisiones en su vida. De nuevo: sin justificarlas. También explica muchos odios y prejuicios desde y hacia Maradona, que no es El Diego estrictamente por cómo jugaba. Los dos goles contra los ingleses van mucho más allá de circunstancias de un juego, por ejemplo. Ser el abanderado de los más humildes siempre, aun viviendo en el mayor lujo posible. ¿Contradictorio? ¡Más vale! ¿Incoherente? ¡Más vale! ¡Si era argentino! Así como fue imperdonablemente violento y lo que hizo con algunos de sus hijos también hizo cosas únicas, muchísimas de estas sin que casi nadie se entere. Pagar el alquiler de la casa donde vivía a algún ex jugador al que admiraba y que estaba en la miseria, donar colchones y alimentos a inundados uruguayenses, a escuelas carenciadas, enfrentarse al poder (prácticamente siempre), no tolerar injusticias (él, que fue muchas veces injusto), ser el amigo que entregaba sin miramientos su confianza y hasta su vida, ser el mejor compañero y un largo etcétera. Y recurrentemente traicionado. El Diego es El Diego por los sentimientos positivos que provocó, y su muerte es como la nostalgia de eso que sentimos y de lo que ahora perdemos su símbolo.

Testimonios

Como era esperable las redes sociales se inundaron de mensajes y reflexiones personales sobre lo acontecido o al menos lo intentaron, se los compartimos:

Jorge Gringo Villanova: "Murió varias veces para mí"

La vida de Maradona será estudiada por científicos, una vida que refleja y refracta esta sociedad argentina. Por eso genera todo lo que genera, porque vemos, proyectamos, intuimos, imaginamos nuestras propias miserias, nuestros  miedos, nuestras rebeldías y  sueños.

Maradona, murió varias veces para mí. Hoy es la definitiva y me entristece porque es un dolor más para el pueblo. Lo siento mucho por todxs nosotrxs.

Américo Schvartzman: "Un personaje de novela"

Yo creo que no hay que dramatizar, ni perder el humor; y que quienes trabajamos con la palabra y con el pensamiento, tenemos hoy más que nunca la obligación de usarlos. Dicho lo anterior, aclaro que yo nunca lo endiosé. Pero si hubiera tenido la posibilidad de verlo, no le hubiera reprochado las cagadas, que tuvo muchas.

Ni duden que le hubiera agradecido lo que me hizo sentir cuando era adolescente, en Boca primero y en la Selección después. Y nada más. Por lo demás, solo a efectos de entender, también hay que decir que parte de lo que nos enamoró de Diego es que siempre tuvo un costado rebelde: cuando nadie se enfrentaba a la FIFA, a Grondona y la AFA, Diego organizó un sindicato de futbolistas; sus compañeros de todos los clubes en que estuvo lo adoraban: porque reclamaba y se ponía al hombro aumentos para todos, siendo que podía limitarse a arreglar la fortuna que le pagaban a él; ayudó a toda su familia y hasta a su barrio; y fue solidario a veces con gente que no lo merecía).

Diego es un personaje de novela. Basta volver a ver esa filmación de cuando era gurí para empatizar con él. Y todas esas cosas hacían que fuera un personaje muy querible. Después, sus errores son otra historia.

Fíjense el detalle: hay feministas que lo defenestran y también feministas que lo defienden apasionadamente. De modo que no es ése el clivaje del asunto.

Para mí Diego fue un tocado por la varita mágica de la vida, que la jugó como los dioses en la cancha, y como pudo, con los elementos que tuvo, que no fueron muchos, afuera de ella.

Lidiando, encima, con un enjambre que vivía de él y le decía que era poco menos que Jesús. En mi opinión endiosar a las personas es un error peor aún que creer que hay dioses. Hay que lidiar con eso de que te rindan pleitesía y te hagan creer que sos omnipotente y genial en todo: demasiado bien salió con lo que tenía. No sé si le quedó un hijo por reconocer, un equipo de fútbol entero reconoció.

También siento que no me afectó tanto como hubiera creído porque para mí ése que veíamos ya no era Diego desde hacía años. Así que, tratando de ser fiel a eso que dije al inicio de usar la palabra y el pensamiento aun en momentos así, yo me siento un poco en el medio: ante los fanatizados que justifican todas sus cagadas, les marco que ciertas cosas son injustificables; y ante quienes lo detestan (por prejuicios de clase, por comerse las falsas grietas o por simple incomprensión) les marco por qué lo quisimos tanto, al menos los que tuvimos la maravillosa suerte de ser contemporáneos de sus escasos ocho años de brillo absoluto.

Martín Bianchi: "Nadie está listo para que lo consideren dios"

Si me permiten en mi condición de ateo futbolístico. Diego es 100% culpable de lo que hizo dentro de la cancha, de la magia. del talento y la astucia únicas que tenía. Esas cosas que a los que le fútbol nos pasa por el costado, apenas podemos atisbar y a otros los conmueve tanto.

De su vida desastrosa y su final tan triste y solitario hay otros corresponsables, los que lo pusieron en un altar, donde sospecho no fue feliz. Altar del que muchos sacaron enormes diezmos. Nadie está listo para que lo consideren dios, está mal y es muy dañino. Por eso como decimos muerte al macho, habría que decir muerte al ídolo. Esa idolatría convirtió a un gurí de una villa que quería comprarle una casa a su vieja en un adulto soberbio. Me quedo con estas estrofas de Balbis en la canción que le dedicó.

Solo y con gente que dice saber

lleno de socios que no van a ser

da la espalda al mundo y no ves

que vas solo otra vez a correr

Pablo Pescio: "Los que quieran racionalizar desde el altar, vayan a la academia"

Como dijo Eduardo Sacheri, en uno de sus hermosos cuentos, me van a tener que disculpar.
Para quienes fuimos contemporáneos con Diego Maradona, hoy es un día triste, muy triste, se muere uno de nuestros ídolos el que nos dio las alegrías más importantes.

Como bien dijo Ruggeri, Diego logró unir al pueblo argentino, superó la grieta, sus triunfos, sus derrotas, sus alegrías y sus llantos, eran los nuestros, lo sentimos uno más, nos sentimos parte, cuando ese pibe rebelde, nacido en la villa humillaba a la poderosa Italia y ni hablar cuando hundía en la mayor desazón a Inglaterra, o cuando junto a los "negritos" del sur tano, les pintaba la cara a los poderosos del norte de la bota.

Si, todo eso fue el Diego, lo conocen hasta abajo de las baldosas, hablan de él, hasta quienes no saben cuanto tiempo dura un partido de fútbol, ni mucho menos lo que es un orsai, porque el Diego superó eso, superó el fútbol.

Maradona fue la pasión, la entrega, la piba de barrio humilde que se termina una carrera universitaria, la bici que traen los reyes magos, la tarde de playa con los amigos, los postres de la abuela, el cobijo de la vieja o la complicidad del viejo, eso y mucho más es Maradona, es D10S, es la golosina que te regala el kiosquero de a la vuelta cuando no tenés una moneda en el bolsillo, y te quedas mirando la fiambrera, es esa caricia de un amigo/amiga cuando parece que el mundo se te viene encima.

Eso y mucho más es el Diego, es nuestro gen, es nuestro niño/niña interior, es la siesta en la calle jugando a la pelota con los amigos, es la torta frita de la vieja los días de lluvia.

No me jodan queriendo racionalizar la pasión, es un día triste, es un día que sabíamos que iba pasar en algún momento, pero no nos atrevíamos a siquiera pensarlo.

Los que quieran racionalizar desde el altar, vayan a la academia

PD: elijo la foto de Maradona en su primer paso por Boca, cuando fue campeón del 81, tengo en mis oídos la canción de cancha de aquella época, Maradona no se vende, Maradona no se va, Maradona es patrimonio, patrimonio nacional. Cuanta razón, en un canto de tribuna.

 

Matías Díaz: "The Diego Show"

“¿Cuál es la primera imagen que se te ocurre cuando pensás en Maradona?” Esa fue la pregunta en una charla de amigos futboleros, una charla desordenada en las primeras horas de la muerte de Maradona. Una charla que servía más para expiar las culpas que para entender por qué Maradona fue lo que fue y no pudo -o no quiso- ser otro.

Hablamos de tantas “fotos”de Maradona como de temas en torno a ellas. Diego y su muerte, Diego y el tatuaje del Che, Diego y su estadía en Cuba, Diego y los jubilados, Diego y su entorno, Diego y sus frases. Diego, Diego, Diego.

“¿Cuál es la primera imagen que se te ocurre cuando pensás en Maradona?”
Cada uno contó la suya. La mía es la de un ex jugador, panzón, medias blancas subidas hasta las rodillas, al que se le caían unas enormes lágrimas por las mejillas en La Bombonera.

Hay tantos registros audiovisuales de Maradona como sucesos de la vida de cualquier ser mortal: afeitándose, en la ducha, bailando en un casamiento. Lo vimos de pequeño mirando a la cámara diciendo “Mi primer sueño es jugar en el mundial”. Lo vimos ganar ese mundial, lo vimos llorar por otro mundial. Lo vimos de la mano con una enfermera cuando salía de una cancha.

Lo escuchamos decir “Segurola y Habana 43 10 séptimo piso”, “Pelé debutó con un pibe”, “Pasman vos la tenés adentro”, “Yo me equivoqué y pagué pero la pelota no se mancha”.

Fue la versión argentina de “The Truman Show”. Siempre tuvo una cámara que registraba lo que hacía. Cuando él lo quiso y cuando no lo quiso también. De ahí su amor y odio con los movileros. El “Me dicen antorcha” tal vez sea el resumen de la poca privacidad que siempre careció. Un audio privado y bizarro, que le mandó una mujer y que lo pasaron por cuanto programa de chimento se emitió hace unos años.

Y ahora que ya no está, que se terminó su vida de película surge la misma pregunta que se hicieron los televidentes de “The Truman Show”: "¿Qué sigue?"

 

 

 

 

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