Pasó ya la feria de vanidades desplegada en la plaza San Pedro donde algunos políticos trataron de sacar ventajas con la canonización del Cura Brochero. Quizás es oportuno hacer algunos alcances sobre la vida de este cura singular. Su canonización llevó muchas décadas porque se cuestionó su modo de vida, su lenguaje y su injerencia en cuestiones mundanas, y para peor amigo de un liberal anticlerical como Miguel Juárez Celman.
Por ANÍBAL GALLAY
La imagen que acompaña estas líneas es la que se expuso en la plaza San Pedro, aunque con algún retoque. Enancado en una mula, vestido con un poncho, sombrero… Y un detalle: está fumando un cigarro de chala. A la imagen que se exhibió en El Vaticano le borraron el pucho.
El cura Brochero
El cura Brochero es santo americano, que no proviene de familias ilustres, lo que de algún modo habla de cierta mirada renovada de la Iglesia, en relación a considerar méritos.
Esto no es un panegírico, de modo que la valoración está más allá de la cuestión religiosa. Brochero fue un hombre valioso y que aportó todo lo que pudo a la comunidad en la que le tocó trabajar.
Brochero fue enviado a la zona de San Alberto, región de Translasierra, con sede en Villa del Tránsito. Para tener una idea esa región no tenía comunicación con la ciudad de Córdoba. Allí no había caminos (menos aun trenes), ni escuela, ni jueces, ni los más elementales adelantos de lo que se llamaría civilización. De hecho era el refugio natural de quienes tenían problemas con la ley.
Un artículo periodístico de 1887 expresaba: “Es un hombre de carne y huesos: dice misa, confiesa, ayuda a bien morir, bautiza, consagra la unión matrimonial, etc. Y sin embargo es una excepción: practica el Evangelio. ¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en 15 días, ayudado por sus feligreses. ¿Falta todo? ¡Pues él es todo! y lo hace todo con la sonrisa en los labios y la satisfacción en el alma, para mayor gloria de Dios y beneficio de los hombres, y todo sale bien hecho porque es hecho a conciencia. Y no ha hecho solamente caminos públicos. Ha hecho también una buena Iglesia. Ha hecho, además, un gran colegio... ¡y todo sin subsidio de la provincia, sin erogación por parte de los miembros de la localidad! ¡Lo ha hecho todo con sus propias garras!”
(Recopilado por la Lic. Liliana De Denaro La faceta periodística del Cura Brochero. Córdoba: Centro de Estudios Brocherianos.)
Logro comunicar a Translasierra con Córdoba construyendo caminos, erigiendo puentes de lo que hoy es el Camino de las Altas Cumbres. Cuando lo nombraron párroco, demoró tres días en llegar a lomo de mula para unir los 160 kilómetros, entre Córdoba y Villa del Tránsito (hoy villa Cura Brochero) Allí advirtió que el mal de la zona era el aislamiento. Puso en marcha un colegio para niñas y fueron famosos sus Retiros Espirituales. Consistían en reuniones donde se hacían prácticas religiosas, pero sobre todo un punto de reunión socializador. El Cura Brochero enancado en su mula recorría el amplio territorio invitando a cada familia a los retiros.
Era egresado de la Universidad de Córdoba, siendo condiscípulo de Miguel Juárez Celman, con quien mantuvo una perdurable amistad, y lo interesó por el desarrollo de la región. Esto le valió duras críticas de la Córdoba católica, pacata y conservadora. En 1912 se entrevistó con Hipólito Yrigoyen. Estas incursiones en la cosa pública hicieron que su canonización fuera especialmente dificultosa.
Murió en enero de 1914, ciego, y enfermo de lepra. Según la tradición fueron sus palabras finales: “Ahora tengo ya los aparejos listos pa'l viaje.”
rubengallay@hotmail.com
Esta nota es posible gracias al aporte de nuestros lectoresSumate a la comunidad El Miércoles mediante un aporte económico mensual para que podamos seguir haciendo periodismo libre, cooperativo, sin condicionantes y autogestivo. |