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Un momento no apto para un gobierno de cancheros

Tal vez sea su alta exposición a las redes sociales y su lenguaje. O quizás es porque creen que genuinamente saben más que el resto cómo hacer para que el país mejore en todas las áreas. Pero antes de cumplir un mes en el poder, la administración de Javier Milei no puede dejar de aparecer como un gobierno de agrandados y soberbios que confunden la legitimidad del voto popular con el derecho de orinar al resto. Con ese punto de partida, sólo queda que la peguen rápido, porque de lo contrario el descontento puede ser mayor. 

 

Por JAIRO STRACCIA (*)

 

Es cierto, no debe ser la primera vez que se emana un tono así desde la conducción del país. Pero no debe haber antecedentes de que ese comportamiento sobrador se concentre en tan poco tiempo y marque todo, desde la comunicación hasta la confección de políticas públicas, todo encima en un momento no apto para giladas.

La cara del gobierno en estos veintipico días es la de Manuel Adorni. Un economista que se hizo conocido por sus debates ácidos en televisión y por su estilo desafiante en la red social X cuando se llamaba Twitter porque sus verdades parecían incontestables porque las cerraba siempre con una oración de una palabra: “fin”.

El tema es que ahora fue designado formalmente como vocero presidencial, un cargo siempre bienvenido desde este lado del mostrador del trabajo periodístico, pero que no está claro si su existencia implique que se trate de una persona que tenga que hablar todo el tiempo todos los días en todas las plataformas. Lo hacía la portavoz del gobierno anterior y lo hace el actual. Igual, ese no sería el punto. El tema es que Adorni no abandonó su tono de cuando era tuitero y empieza a jugar con fuego.

Esta semana, de hecho, tuvo que pedirle disculpas a un periodista porque ante una pregunta en vez de responder, le contestó con otra en modo chicana y descalificó sus expresiones en un intercambio más de panelista de Intratables que de un funcionario público.

La cuenta “Vocería presidencial” en las redes -que no existía hasta ahora, como tampoco el canal de YouTube del mismo nombre para compartir lo que hace el vocero porque antes todo iba por @CasaRosada- después armó un editado con el episodio que dejaban muy bien parado y pillo a Adorni campeón de la comunicación.

Adorni, un par de días antes, había posteado: “En apenas 48 horas de vigencia del DNU ya se consiguen mejores precios en vuelos de cabotaje”. Hacía referencia a la novedad de que la empresa FlyBondi ofrecía pasajes en avión a Mar del Plata más baratos que el colectivo, lo cual es cierto, aunque obvió un detalle. Estaban a la venta desde el 1 de noviembre. O sea nada que ver con decreto desregulador, pero daba igual. “Fin.”

Un paréntesis sobre la expansión de la aerolínea low cost que apareció en el país durante el gobierno de Mauricio Macri. Hay chances de que sumen rutas a Brasil. Por eso se reunieron con el embajador en ese país Daniel Scioli, ex precandidato a presidente por Unión por la Patria. Ex todo, bah. Es impresionante la foto que subió a redes el Pichichi, con gorra de “Las fuerzas del cielo” y foto de él con Milei detrás. Nada. Cierro paréntesis.

El que sabe todo

De todas maneras, que se trate de un gabinete de barderos de Twitter empoderados como Adorni o como se escribió acá sobre la canciller Diana Mondino hace algunas semanas no es lo que define a esta incipiente administración como el gobierno de los cancheros.

La norma ISO 9001 de la administración de creídos se la da un referente sin cargo: Federico Sturzenegger, el economista detrás del mega decreto de necesidad y urgencia que se propone desregular la economía en un chasquido de dedos.

A lo largo de su historia, el país fue discutiendo, tratando, debatiendo y forjando reglas buenas, malas, regulares para todo tipo de actividades, con idas, vueltas, reglamentaciones, correcciones, aprendizajes. Obviamente, hay problemas estructurales.

Sobre esa base, un grupo de iluminados comandados por una mente brillante cambia y deroga de un plumazo más de 360 leyes porque ellos saben cómo debe funcionar el mundo y es hora de que el país se dé cuenta. ¿Discutir cada cosa en el Congreso? Nah. Pero Sturzenegger tal vez no sabe de todo. Nah. Sturzenegger sape.

Por ejemplo, la norma introduce cambios en materia laboral. Específicamente modifica la forma de indemnizar a un empleado despedido. Inspirado en un mecanismo del sector de la construcción, dispone la creación de un fondo de cese con un aporte del 8% mensual que tiene que hacer la empresa para que de ahí se pague la indemnización el día que el trabajador se vaya. ¿Le sirve esto a las pymes, por ejemplo? No, todo lo contrario.

Lo explica el economista liberal que apoya a Milei Gustavo Lázzari: “El que hizo eso no entiende un pomo, nunca echó un tipo, nunca contrató a nadie, nunca vio un currículum. Significa un aumento del 8% de la masa salarial por indemnizaciones que podría no haber pagado. Yo en mi vida pagué muy pocas indemnizaciones. Tuve muchas salidas acordadas. Si hubiera tenido que pagar siempre indemnizaciones la empresa se hubiera fundido”.

Sturzenegger recorrió medios para explicar lo genial de su decreto y usó de ejemplo el sector turístico. Hablaba de la locura que implicaba que si querías poner una empresa que haga caminatas en Calamuchita, Córdoba, debías venir a inscribirte a la Ciudad de Buenos Aires.

Sorpresa. Eso no es así. “Es absolutamente falso. Todo el trámite completo se realiza por Internet y la documentación también se sube por Internet. Además, el prestador de un servicio local, a nivel nacional no tiene que hacer nada”, explica Mario Ijelman, presidente de la Asociación Argentina de Viajes de Buenos Aires, que además está sorprendido con la idea de que se termina con “el monopolio” de las agencias, cuando -señala- hay unas 5000 en todo el país. En cambio, sobre lo que sí reconocen que había que sacar que es un seguro de caución que se obligaba a pagar al Gobierno, el hombre sin cargo no dice nada.

Cuando le preguntaron a Sturzenegger si tal vez no hace falta alguna regulación para una empresa que por ejemplo te lleva a escalar una montaña, con los peligros que conlleva, respondió con la audacia de paper de universidad: “¿Cuál es el contrato más riesgoso que hay? El matrimonio.” Siguiente tema.

En su columna dominical en PERFIL, el ex presidente del Banco Central en el comienzo de la era Macri asegura que tanto el mega DNU como también la ley ómnibus de más de 600 artículos que acompaña el intento revolucionario de La Libertad Avanza están inspirados en las ideas de Juan Bautista Alberdi y que van contra la casta. Ante las críticas habla de que estamos ante “el parto lento de la civilización”.

Francos junto a Ignacio Torres y Guillermo Montenegro, quienes se reunieron para discutir el capítulo pesquero de la Ley Ómnibus que Milei envió al Congreso.

Pero el tema es que después está la realidad. Otro caso: se propuso en el proyecto que entró al Congreso hacer cambios en la forma en que se explota la pesca. El gobernador de Chubut, Ignacio Torres, y el intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro, pusieron el grito en el cielo.

Nadie los consultó, dijeron. O no saben o son torpes, dieron a entender. Se perderían empleos y recaudación para los estados municipales, provinciales y la propia Nación. “Se va a corregir”, tuvo que admitir el ministro del Interior, Guillermo Francos tras recibir a los dirigentes que además son del PRO, y bancan en líneas generales el rumbo.

Siempre vuelve

Sturzenegger se formó en la Universidad Nacional de La Plata y luego en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el famoso “em ai tí”. “Es brillante en lo académico, resuelve rápido y de forma productiva los cálculos matemáticos, pero en sus papers pasa por alto muchos detalles”, dice un profesor que lo ha mandado a revisar y rehacer trabajos antes de publicar en revistas internacionales.

Además, un drama que comprobamos seguido: suele crear modelos teóricos pensando que los actores de la vida real se comportarán de una sola manera, cómo él supone. Y si no pasa, bueno, ellos no lo entendieron, hay que insistir.

 

"Sturzenegger suele crear modelos teóricos pensando que los actores de la vida real se comportarán de una sola manera, cómo él supone. Y si no pasa, bueno, ellos no lo entendieron, hay que insistir".

 

“No podés hacer política económica pensando que en la Argentina hay suecos”, le criticaba un integrante del equipo económico de lo que era Cambiemos cuando Sturzenegger sacaba pecho levantando toda restricción o cepo a la compra de dólares en 2015, y aplicaba un régimen de metas de inflación con gráficos que mostraban un dígito al final del camino. Guarda que hay factores idiosincrasia. Guarda que acá el crédito es muy bajo en relación al PBI. Guarda que hay inercia. Nah.

“Si sube la tarifa de la luz, la gente va a tener menos para gastar en otra cosa y ese otro precio va a bajar”, explicaba a quien lo quería oír. La cosa no anduvo, voló todo por el aire. Entonces, el problema había sido fiscal, de los que no ajustaron, del sistema que no cedió privilegios o la mar en coche. El problema fue que el universo no estuvo a la altura.

"No podés hacer política económica pensando que en la Argentina hay suecos", le criticaba un integrante del equipo económico de lo que era Cambiemos cuando Sturzenegger sacaba pecho levantando toda restricción o cepo a la compra de dólares en 2015.

Así como es poco afecto a la autocrítica, tiene una soberbia nivel Dios. Por comparar: Iván Werning, un argentino destacado profesor del mismo MIT, dice cien veces la palabra creo antes de afirmar algo y eso que no tiene un pasado que explicar. Sturzenegger está seguro de todo. Tiene la posta. Su principal mérito, sin embargo, es que logra periódicamente seducir a los que hacen política económica para ocupar lugares centrales en la historia reciente, fracasar y volver.

Su paso por el gobierno de la Alianza en el armado del megacanje de deuda en 2001 quedó en el olvido cuando se transformó en el economista más escuchado por Macri, que lo designó en el Central. Cuando terminó afuera, pasó el tiempo y empezó a verse seducido por Milei, con quien primero se subió al escenario del teatro Broadway en calle Corrientes a presentar un libro en 2021. Hacía tiempo que se hacían ojitos.

El libertario lo rescataba como el mejor de los equipos Juntos por el Cambio. Él le retribuía que había logrado establecer nuevos paradigmas liberales en la discusión pública. Sturzenegger empezó a trabajar en la súper desregulación que sólo él podría llevar a cabo para la eventual presidencia de Patricia Bullrich. Pero ganó Milei, y acá estamos.

Como todo, a veces tiene razón. Desanudar negocios cerrados a los bancos para que entren las fintechs, aún cuando resulte que el principal beneficiado sea Mercado Pago, de un empresario del mismo palo ideológico como Marcos Galperin, parece ir en la dirección correcta. Pero por qué no se puede discutir eso por un lado, y el capítulo laboral por otro y el tema del turismo separado y la pesca después. Porque tal vez Sturzenegger no sabe de todo y hay quienes quieran opinar, proponer. Para eso estaba el Congreso.

En diciembre la inflación pinta que fue un desquicio. La caída del salario real puede ser histórica. Hay consultoras que anticipan en dos meses un derrumbe similar al del bienio 2018-2019. Los dólares paralelos se están empezando a despertar y amenazan el veranito financiero. El mes pasado cayó 10% la venta de naftas y ya se retrajo 17% la venta de insumos para la construcción. La recesión que se veía al final del gobierno de Alberto Fernández se acentúa.

Van 25 días de gestión. La herencia era jodida y con ningún nuevo gobierno había garantía de que este sería un buen año. Iba a haber correcciones, ajustes. Es un consenso entre los que hablan con buena leche. Ahora, ya que la audacia extrema de las medidas que se están aplicando casi como un experimento posiblemente estén sumando dolor extra en la población, un pedido marginal: algo de humildad, loco.

 

(*) Economista. Periodista. Conductor de "Buenos días China" e integrante del programa "¿Y ahora quién podrá ayudarnos" con Ernesto Tenembaum. Ambos se emiten en Radio con vos.

 

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