Eduardo Galotto es el uruguayense que obtuvo una mención en el premio Fray Mocho 2023. Su trabajo literario se basa en su labor profesional en la Unidad Penal Nº4. "En la vida de los internos se repite mucho una figura paterna desdibujada", resalta en medio de su relato.
Por MARGA PRESAS (Especial para EL MIÉRCOLES)
El premio Fray Mocho es la máxima distinción literaria entrerriana y es otorgado cada año por el gobierno de la Provincia. Es sabido que en 2023 la convocatoria correspondió a la poesía inédita y que el Jurado, conformado por Claudia Masín, Sonia Scarabelli y Leonardo Javier Roldán propuso como ganador -entre las 54 obras admitidas- al poemario de Carla Olivera, poeta de Gualeguaychú; recomendó, además, tres menciones para los trabajos de Belén Zavallo y Mónica Borgogno, de Paraná, y de Eduardo Galotto, de Concepción de Uruguay.
De un lado puede haber malos y del otro también
¿Cómo es la vida en una cárcel? ¿Cómo afecta a las personas allí alojadas el encierro, la falta de privacidad y de afectos? ¿Y cómo influye sobre quienes prestan servicios en el sistema penitenciario?
Muchas veces estas cuestiones son tema de conversación y otras tantas, el eje de las discusiones se corre hasta olvidar el objetivo principal de esa institución. Por ahí resuena el artículo 18 de la Constitución Nacional, en una parte en particular que en ocasiones —¿tal vez demasiadas?—, parece que no se quiere recordar: “Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice”.
Rejas, muros y hasta acantilados son dispositivos materiales para mantener separadas de la sociedad a las personas condenadas, para evitar la interacción social. No es difícil imaginar que la pena impuesta multiplica el penar de los internos y de sus familias y sus afectos —si es que los tienen— y cómo se amplían el dolor, las ausencias, la culpa.
¿Puede haber gestos poéticos en todo eso?
Eduardo Galotto, Mención en el Premio Fray Mocho 2023 en poesía, ha demostrado que sí. El trabajo galardonado se llama “Con ganas de mirar lejos” y se compone de poemas agrupados en distintas divisiones: Prólogo; Con voz propia; Adentro; Afuera; Dolor de adentro; Dolor de afuera; Epílogo.
Galotto nos despabila de golpe aclarando a modo de introducción que los versos surgieron por haber sido atravesado durante treinta años por una cárcel entrerriana”, que él no ha sido un interno expiando culpas, sino un psicólogo que escucha lo que muchos quieren desoír”.
Mentes apiladas no deben pensar
El trabajo profesional de Galotto como psicólogo del servicio penitenciario se ha desarrollado a lo largo de los años en la Unidad Penal Nº 4 de Concepción del Uruguay. Uno de los poemas lleva ese título: “Unidad 4”. Es allí donde se aquieta el depósito del mal y el olfato anuncia que a dos cuadras hay olor a fluido Manchester y adentro olor a preso.
—Avanzando en la lectura de los poemas, aparte de la conmoción primera, una siente que es un bello modo de transmutar el dolor en poesía.
EG: — El arte en sí es sanador, pero también cabría la pregunta: ¿para quién es sanador? ¿Para el que lo realiza o para el espectador? ¿El dolor de los intérpretes? ¿O tal vez, en mi caso, el dolor de un duelo que comienza a erigirse? No lo sé.
La tristeza se esquiva como a lagartos hambrientos
—En un poema hay una imagen muy fuerte de la puerta que se cierra y el padre que ya no aparece.
EG—Sí, es una imagen que demuestra la desprotección y desamparo que a veces se siente en ese momento. En la vida de los internos se repite mucho una figura paterna desdibujada.
El camino de las mujeres, hasta las cortinas de cobijas manchadas, que ocultan jadeos y dolores
—Y en por lo menos otros dos poemas, son las mujeres las que visitan a los presos. Parece que son las únicas que se acuerdan, que sostienen.
EG—Es así. Las madres, las parejas, las hijas, las hermanas son las que hacen el aguante, tanto en la contención, como en llevar pedidos inadecuados y en calmar algunas urgencias que tal vez no sean las propias. A diferencia de los padres, las mujeres están muy presentes.
Con ganas de mirar lejos
— Un poema del escritor mexicano Juan Villoro, "Con el puño en alto", derivó según su propio autor, del gesto que hacen los rescatistas en los terremotos: elevar el puño para que todos hagan silencio y pueda escucharse el murmullo de alguien que siga con vida entre los escombros. ¿Son los poemas de Galotto como ese puño en alto para que nos detengamos a escuchar al que necesita ser oído?
EG—Ha salido de esa manera, no hubo una intención tal. Pero tal vez sea la forma en que yo he escuchado, ni mal ni bien. Sólo la mía. Y así como Villoro inmortaliza el puño en alto, el título del poemario hace alusión a la necesidad del encierro de mirar lejos, de salir del encierro al menos con la mirada. Es una frase que se escucha con frecuencia.
Los tiempos de la escritura
— Además de ponerte a escribir con el incentivo de participar en la convocatoria del Fray Mocho, ¿reconocés un tiempo de maduración para estos textos?
EG—Hacía bastante tiempo que estaba escribiendo muy poco porque sentía que no tenía nada para decir, o contar, no me surgían ideas nuevas o que me parecieran interesantes. Salvo algunas intervenciones en talleres o reuniones con escritores amigos, que Susy Quinteros denominó “Los Poetas del Vergel”, me costaba sentarme y darme el tiempo que se necesita. Cuando me enteré de la convocatoria recordé las insistentes palabras de mi pareja que siempre me repetía que escribiera acerca de la realidad carcelaria. A pesar de que ella se refería a un trabajo relacionado con la psicología, encontré allí un qué decir. Algo que, como digo en el poemario, me atraviesa hace treinta años.
—¿Y en cuanto al tiempo de la escritura de la versión definitiva?
EG:— Para la versión final arranqué casi desde cero, tendría algunos poemas escritos en algún otro momento pero había que juntar como mínimo 650 versos, lo cual me habrá llevado tres o cuatro meses. Porque después de escribir viene la corrección propia y de algún otro que mire con mayor objetividad.
—En este derrotero de 30 años que confluyó en “Con ganas de mirar lejos”, debe haber habido algunas influencias, algunos referentes.
—Hay un libro que en su título parafrasea a Freud con "El malestar en la cultura ". El libro se llama “El malestar en la cultura carcelaria”. Es un compilado de varios autores y es una descripción bastante cercana de la problemática carcelaria. Incluso, ahora recuerdo, hay un poema escrito por un interno. Allí habla de la espera y también de las visitas. Algo que se ve me ha quedado dando vueltas en algún lugar. Además, en la facultad tuve un profesor, Juan Carlos Domínguez, que daba Psicología Forense y creo que él fue quien abrió esa puerta para mí.
—Eduardo Galotto, el escritor. Te nombran de esa manera y ¿qué te sucede con eso?
EG—No me identifico con ello. En este momento puedo ser el escritor, pero dentro de un rato soy el psicólogo y luego el que saca fotos y cocina para sus amigos. A menudo hago un chiste cuando me preguntan que soy: Humano.
—¿Sos nadador de aguas abiertas en la narración o en la poesía o en ambas?
EG—Cuando comencé a escribir, escribía poesías. Luego, a partir de “Te recuerdo amanda”, de Victor Jara, que se me vino una historia con esa canción, abandoné la poesía y le di rienda suelta a los cuentos y me sentía más cómodo allí. Y debo admitir que Susy Quinteros me decía que era mejor poeta (y yo no le creía). Hoy me cuesta bastante escribir cuentos pero posiblemente, cuando encuentre de nuevo algún tema que me interese, volveré allí.
Con ganas de mirar lejos (selección)
Primer día
El sonido del cerrojo en la espalda
recuerda el día en que tu padre dejó de mirarte
ya nadie cuida la vida de nadie
Será tal vez la noche más larga
Hablá poco
taponá la boca para que el llanto se haga mudo
no preguntes
respondé corto
dormirás con un ojo y siempre boca arriba
si los del pabellón te dieron piso no confíes
no pidas leche
siempre saludá
la visita no se mira
cuando la luz se apague
querrás morir
Quedate tranquilo
ya moriste
La cara y el bajón
Hay silencio en el pabellón cinco
se apagó la cumbia
las facas quedaron postergadas
y las medias bajas
el Chino quiso pudrirla para que lleven a su compinche
él dijo que no
el pulmón escupió tres pastillas y dos fasos
el Negro y el otro le lavan la ropa sin recelo
son dos días de calma
se respeta la cara y el bajón
Una madre no muere todos los días
Motín en la de menores
Estalla el Clemente
a doce cuadras del centro
la noche de Victoria
se olvida del río y de las colinas
Jaimito hace la segunda
quiere descontrol
la chuza en el cuello del empleado fue la señal
quiera San la Muerte me acompañe
nueve soldaditos lo secundan
sesenta y cuatro se dejan convencer
tres rehenes tiemblan como nunca en sus vidas
el Rohypnol saca el indio
que enfrenta a los encapuchdos en la calle
la Velez Sarfield se llena de tiros
y la Unidad Cinco de fuego
los nenes juegan a ser matones
con chapa de pesados
el pajarito fermenta rencores
y corre sangre de los propios
¡por blando!
gritan con disparos al aire
con el sol del otro lado del río
la radio transmite en directo
a los zarpados llenos de alcohol
la Virgen de Aranzazú confundida
guarda balas en los floreros
¡traigan la chata¡
exigen en la vereda
un francotirador ejecuta
uno menos
todos corren
ya no hay rehenes
San Jorge los abandona galopando
con su arpón de lujo
los deja desnudos
boca abajo en la vereda
esperando al camión
El juego de las visitas
Allí están ellas
siempre ellas
sólo ellas
de a dos
de a tres
solas
con sus críos
a las tres de la tarde
en fila hacia el puerto
bajo el sol
rutinarias
pese a las nubes
que hacen más fúnebre la esquina
el silencio en sus ojos
mezcla anhelo y resignación
de pasos repetidos por años
repetidos por sus parejas
repetidos por sus hijos
cargan la yerba en bolsas
las tortas cortadas
y las piernas abiertas
como si la de botas fuera una ginecóloga
inventan escondites
obligadas
temerosas
mancilladas
allí están ellas
y del otro lado
sus hombres
Eduardo Galotto
Nació el 13 de agosto de 1966 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. De profesión psicólogo. Ha publicado cuatro libros de cuentos y relatos y participado de antologías –en Argentina y Chile- y en colaboraciones de revista Tras y La vereda. Participó de varios encuentros de escritores y en algunos cafés literarios. Formó parte de talleres, dirigió otros y fue jurado en concursos de cuentos. Ha merecido menciones y fue seleccionado para salón de fotografía. Sin embargo, dice Eduardo que “al día de la fecha ya desistí de recibir un primer premio en algún concurso. Ya sea literario, de fotografía o de cerveza y mucho menos de belleza.”
Correo electrónico: viganonigalotto@yahoo.com.ar
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