El sábado 29 de enero pasado en Gualeguaychú tuvo lugar el festival literario Fragua, que reunió escritores, editores y lectores de la región en una jornada intensa de la que nuestra Cooperativa fue parte. Aquí compartimos algo de esa experiencia.
Por LUCÍA SCHVARTZMAN de EL MIÉRCOLES DIGITAL
Con los últimos solazos de un enero final amansado por las lluvias, las mismas lluvias que insistieron hasta lograr su reprogramación, en la tarde del sábado 29 de enero Fragua por fin da inicio.
Su cronograma, más que festival, es un festín: “Un taller literario, entrevistas, editoriales, eventos poéticos, narradores y narradoras orales, escritores y escritoras con importante trayectoria, como así también personas que recién se están iniciando en las letras o tienen el interés de hacerlo, conformarán este universo tan diverso como atrapante”, se adelantaba en las redes.
Todo sucede en La Solapa, una cooperativa cultural gualeguaychuense que habita una casona a apenas una cuadra de la costanera. En el patio, amplísimo y arbolado, se ha montado un living sobre el escenario, con sillones y sillas que son ocupados, a su turno, por más de una docena de escritores y escritoras, cuatro editoriales e incluso una exquisita disertación sobre poética y filosofía.
“Fragua”, dice algún diccionario, es un horno o fuego donde se calientan los metales para trabajarlos, un taller donde se forja o se trabaja. La palabra viene del latín fabrica y retiene su significado a pesar de los cambios fonéticos: se puede usar para hablar de la metalurgia como se puede usar para hablar de planes, de proyectos.
Movido por el deseo de “propiciar un lugar de encuentro y de difusión del trabajo literario local”, este festival es uno de los proyectos ganadores del programa CulturarGuale2021. Se trata de una iniciativa promovida por la Dirección de Cultura de Gualeguaychú que busca “apoyar y promover la producción creativa de las artes y la cultura” a través de financiación municipal.
A Fragua lo imagina e impulsa la escritora de esa ciudad Pamela De Battista, la primera mujer en casi 50 años en ganar el premio Fray Mocho de poesía –la máxima distinción literaria de Entre Ríos–, con su poemario “Cuaderno para brujas” en 2017. Junto a la cooperativa La Solapa logran desplegar, entre los árboles y las enredaderas florecidas del patio, una bocanada de aire fresco, fresquísimo, para la escena literaria provincial.
El Miércoles Comunicación y Cultura Cooperativa de Trabajo Limitada es parte del cronograma. La mesita de publicaciones de las Ediciones Cooperativas El Miércoles se monta en un rincón del patio, junto a otras editoriales y librerías de la región.
Nuestro compañero Valentín Bisogni integra una ronda de editoriales, donde recorre la historia de la iniciativa y comenta los desafíos de emprender un proyecto que busca acercar a autores y autoras de Entre Ríos la posibilidad de publicar a través de ediciones accesibles y de calidad.
Y luego dos de nuestros integrantes se suman al panel de distinciones literarias: Américo Schvartzman por la categoría Relato del primer Concurso Entre Orillas de 2021 y esta cronista por el tercer premio de la edición 2021 del Concurso de Poesía Juan L. Ortiz, donde reflexionamos e intercambiamos junto a otros escritores y escritoras acerca del valor de los premios literarios.
No voy a recapitular en estas líneas cada una de las rondas de presentación de libros, lecturas de poemas y relatos, y experiencias editoriales, aunque la curaduría cuidadosa de Pamela De Battista –que pueden apreciar mirando el cronograma– logra componer una polifonía salvaje de trayectorias variadas, campos disciplinares, voces emergentes y consagradas, y por eso merece mucho más que un elogio.
“Fragua”, dice algún diccionario, es un horno o fuego donde se calientan los metales para trabajarlos, un taller donde se forja o se trabaja. La palabra viene del latín fabrica y retiene su significado a pesar de los cambios fonéticos: se puede usar para hablar de la metalurgia como se puede usar para hablar de planes, de proyectos.
Decir que este festival en efecto fragua la escena literaria entrerriana, es decir que hay algo sobre lo que trabajar. Si reponemos los significados entramados en esta metáfora, como juegan el filósofo Gustavo Faigenbaum y la profesora Sofía Barrios Delgado en su panel “La poética de las emociones”, las escrituras de nuestra región son un sustrato precioso que amerita espacios de labor conjunta y organizada.
¿Hay algo que fraguar? El festival responde sin vueltas: sí. Una tarde y una noche de poetas, narradores y escritores nóveles y no tanto subiendo y bajando de ese living lo confirman. Los proyectos editoriales litoraleños y sus gestores que conversan arriba y abajo del escenario lo reafirman. Hay literatura entrerriana para rato.
¿Cómo lo hacemos?, es la pregunta que no deja de aparecer. La escritora gualeguaychuense Nerea Liebre comparte una experiencia interesantísima: esta temporada, los libros de autores locales están en los hoteles de Gualeguaychú. La literatura local es parte de la oferta turística en la vecina ciudad.
La existencia de iniciativas y políticas gubernamentales, como la anterior y como el fondo CulturarGuale, que incentiven a crear y difundir la obra de los y las trabajadores de la palabra es un estímulo fundamental para fortalecer la escena literaria provincial.
No menos central es la necesidad de espacios comprometidos con el arte y la cultura, y no con el lucro. Sabemos que la pandemia asestó un golpe letal a los proyectos culturales en general y terminó de configurar –al menos en Concepción del Uruguay– una tendencia a concentrar la oferta cultural en torno a la cerveza artesanal y las papas con cheddar.
¿Con cuántos centros culturales contamos en nuestra ciudad? ¿Cuántos espacios disponibles que puedan acoger encuentros y gestar festivales donde florecen las artes? ¿Cuántos escenarios quedan en pie? ¿Cuántos podemos recuperar?
La escena literaria no es un libro, ni un poema, ni mucho menos un escritor. La literatura, contrario al sentido común, no se forja en solitario. Para que haya literatura tiene que haber escritores, sí, pero también lectores, editores, gestores, gente curiosa que pasa a mirar, trabajadores asociados en una cooperativa cultural que prepara empanadas caseras para ofrecer a los asistentes.
Un escenario, micrófonos, revistas de circulación libre, un aljibe, un centro cultural. Tiene que haber lecturas, diálogo, regalos, intercambio de bienes y de símbolos. La literatura es trabajo coordinado y mancomunado, desde abajo.
La existencia de iniciativas y políticas gubernamentales, como la anterior y como el fondo CulturarGuale, que incentiven a crear y difundir la obra de los y las trabajadores de la palabra es un estímulo fundamental para fortalecer la escena literaria provincial.
Una trama para nada fortuita de actores, objetos y prácticas que, con excusa de un festival, forjan la promesa de la literatura de Entre Ríos.
¿Cómo se hace? Así.
Que haya muchas más Fraguas.
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