Feminismo, ambiente, niñez, ciencia, deporte, artiguismo, fake news, federalismo, sustancias psicoactivas, pensamiento de los pueblos originarios: algunas de las temáticas que se abordaron en el encuentro que se realizó en la Histórica. Aquí una reseña de lo vivido, pensado y sentido en un lugar donde el vuelo del pensamiento no se alza solo al anochecer.
Por A.S. (*)
“El búho de Minerva sólo alza su vuelo en el ocaso”. Con esta frase, escrita hace doscientos años, el célebre filósofo Friedrich Hegel concluye el prefacio de sus Fundamentos de la Filosofía del Derecho. La afirmación de Hegel ha sido interpretada de diferentes maneras. Para ciertas perspectivas, el alemán quiso expresar que la sabiduría, la comprensión, llegan en el crepúsculo: en otras palabras, que los hechos se iluminan solo mirando hacia atrás. Así, la lechuza de Minerva, diosa griega de la sabiduría y entendimiento, solo dejará su mensaje a los pobres mortales ansiosos de saber, cuando el día ha terminado, simbolizando que los eventos históricos y las causas que llevaron a ellos solo se vuelven claros, comprensibles, transparentes al final, en una retrospectiva informada. Para otros, la cosa es más sencilla: la filosofía llega tarde. Cuando ya no se puede volver atrás.
Sea cual fuera la intención del alemán, desde entonces, el buho o la lechuza, o mejor aún el mochuelo (una lechucita europea) ha sido símbolo principal de la disciplina. Una curiosa coincidencia con los pueblos del Abya Yala (América), para quienes la lechuza es emblema de sabiduría, de vejez y por lo tanto de aprendizaje, pero también del misterio de la existencia. Las Jornadas de Filosofía del Río Uruguay, las primeras en esta región, en una provincia que cuenta con destacadas figuras de pensamiento tanto en su historia como en su actualidad, (pero cuya academia en general las ignora casi con entusiasmo) adoptaron ese símbolo: los tres días de actividad intensa fueron presididos por una imagen tomada no de los búhos europeos, sino de las múltiples formas en que las comunidades originarias ilustraron sus propios emblemas de misticismo y sabiduría. Un caburé, entonces.
Nueve gurises uruguayenses, un grupo de estudiantes de secundaria, explican los ensayos que presentaron para las Olimpiadas de Filosofía de la Argentina, que se realizaron hace apenas unos días, en Tucumán. Una chica desarrolla su tesis: la sociedad actual, con sus características, dice, nos hace tener no uno si no dos cuerpos. El Cuerpo 1, como lo llama, es el que vemos frente al espejo, ese que quizás no nos gusta: preferiríamos ser más altos, o más delgados, o tener otro color de cabello. El Cuerpo 2 es el que mostramos en las redes: elegimos cómo posar, qué ropa, qué gesto, seleccionamos qué foto vamos a subir.
Entre otras personas, Teresa la escucha atentamente, en el auditorio Illia del subsuelo de la municipalidad local. Teresa es Teresa La Valle, filósofa especializada en ética ambiental, con enorme experiencia, delegada argentina a la cumbre de Río en 1992, y luego delegada también en Río + 20. Está deslumbrada con las ponencias de esa gurisada entrerriana. “Más que excelentes reflexiones las de esos adolescentes. Infunden esperanza”, dirá luego.
Las escenas con cruces de esta índole se repiten. El cordobés Diego Tatián, acaso el mayor especialista en la filosofía de Spinoza en nuestro país, comparte un extenso desayuno con Alicia Bugallo, una de las más importantes filósofas ambientales de la Argentina, quien llegó desde San Juan hasta La Histórica para compartir estas primeras Jornadas de Filosofía del Río Uruguay, que, según proclaman, “tienen como objetivo la creación de un espacio de diálogo e intercambio de investigaciones y lecturas filosóficas, así como de divulgación de la relevancia de la filosofía”. Alicia en su charla evalúa qué pasó entre la célebre Conferencia de Estocolmo de 1972 y la actualidad. Habla de Spinoza. Tatián, el experto, dirá más tarde: “Aprendí muchas cosas sobre filosofía ambiental en conversación con Alicia Bugallo sobre el pensamiento del filósofo noruego Arne Naess”.
De igual modo, el joven filósofo Maxi Zeller –que hace un rato disertó sobre el uso de sustancias psicoactivas analizado desde la filosofía– asiste con enorme interés a la charla sobre filosofía para niños y niñas de Stella Accorinti, discípula de Mathew Lipman, el creador de la disciplina. A la filosofía, a la de verdad, todo le interesa. Y es que quizás de esas intersecciones, de esos cruces inesperados, surge lo mejor del diálogo de saberes. ¿Quién lo sabe?
Abrió las Jornadas el intendente Martin Oliva –doctor en ciencias médicas, hombre estudiado con Favaloro, obstinado en hacer de Concepción del Uruguay la ciudad de los encuentros de cultura, arte y pensamiento crítico, y a la vez de cuidar “el cerebro de nuestras primeras infancias”, como repite a quien quiera escucharlo. Algunas de las personalidades convocadas se pellizcaban: “¿En serio, es la Municipalidad de esta ciudad la que banca todo esto? ¿Desde cuándo un estado municipal decide apoyar encuentros filosóficos?” Inmediatamente después, María Luisa Femenías – una de las voces más prestigiosas del feminismo filosófico en Nuestramérica– comienza su conferencia. Poco después, otra voz feminista en filosofía, Florencia Sichel, aborda la cuestión de cómo se puede (¿se debe?) filosofar en la secundaria con la gurisada.
Organizadas, sí, desde la Municipalidad, en conjunto con las instituciones de educación superior de la ciudad (UNER, Uader, UCU, ISFD Tobar García, ISFD de la ESNMM), con el trabajo entusiasta de estudiantes y docentes del Profesorado de Filosofía, las Jornadas incluían ámbitos académicos como los nombrados, pero para nada se agotaban en ellos: por el contrario, se propusieron impulsar un diálogo de saberes, donde la comunidad participara de diferentes actividades vinculadas con el pensamiento crítico, con la posibilidad de pensar desde aquí y hacia el mundo, y no de seguir reproduciendo conceptos a veces tan oscuros como triviales o ajenos.
El sábado por la mañana se realiza en la Isla del Puerto un paseo filosófico: allí el guardaparque Mario Rovina introduce a las personas participantes en la belleza de la selva en galería tipica de la región, y el filósofo Daniel Carbone en los puntos de contacto (y de divergencia) entre las filosofías antiguas de Oriente y Occidente respecto de la relación del ser humano con la naturaleza. Entre quienes participan de la propuesta peripatética está Miguel Hoyuelos, físico y escritor de ciencia ficción, quien vino a disertar sobre inteligencia artificial en la ciencia y en la ficción, pero no se pierde ninguna, pero ninguna, de las actividades. Las conclusiones de la física cuántica se dan cita, como en un magistral guiso carrero, con la poesía de las comunidades aborígenes y con “Los yuyitos de mi tierra”, de Romildo Risso. Miguel nos dice, más tarde: “Lo mejor fue el intercambio con otras personas de una disciplina diferente de la que estoy acostumbrado, eso me resulta muy interesante. La perspectiva local, también me gustó, sirve para darse cuenta de cuántas cosas uno no conoce sobre nuestro país”.
Quizas por eso, los organizadores inflan el pecho para destacar que en la movida estuvieron figuras del pensamiento de la región, como Gustavo Faigenbaum, con una charla notable sobre epistemología en su dimensión de lo social; Juanjo Rossi, conversando acerca del pensamiento de los pueblos de Abya Yala (América); Tirso Fiorotto con una disertación sobre el pensamiento federal del Litoral, recuperando ideas que son de todos y de nadie, y que rara vez aparecen en los ámbitos académicos, tan proclives a encandilarse con las luces del centro; Ramiro Bisa, con su agudo análisis sobre fake news e infodemia; la uruguayense investigadora del Conicet, Beatriz Taboada, hablando sobre “el paisaje lingüístico de la ciudad”; o Silvia Larrechart y Pablo Aguzin, celebrando y compartiendo el pensamiento de Rodolfo Kusch, quizás uno de los pensadores más originales de Nuestramérica, en el centenario de su nacimiento; o el gualeguaychuense Héctor Luis Castillo con su charla sobre la filosofía de Eduardo Giqueaux, ex rector del Colegio del Uruguay y una de las voces filosóficas más destacadas de la historia entrerriana, pero casi desconocida en las aulas de la propia provincia.
En las Jornadas también hubo actividades pensadas para divulgar la disciplina hacia la comunidad y promover la reflexión sobre diferentes aspectos de la vida en sociedad, tales como Filosofía para Niños y Niñas, con una actividad en la Plaza Ramirez, donde jóvenes profesores de filosofía jugaron a preguntarse socráticamente con niños. O la relación entre la disciplina y el fútbol, de la mano de Marcelo Ducart, el cordobés que es a la vez profe de educación física, entrenador deportivo y filósofo doctorado en educación. O el teatro con fuerte contenido filosófico, con dos importantes obras: “Apología”, dirigida por Cristian Palacios, una potente recreación unipersonal del juicio a Sócrates pero traido al siglo XX, con un despliegue actoral impresionante de Juan Manuel Caputo. La otra fue “Borges y Perón”, del uruguayo Enrique Estrázulas, dirigida por Néstor Amarilla, y con actuaciones sorprendentes de René Meriles (“Perón”) y Rolo Sosiuk (“Borges”). Como parte de esa oferta artístico-filosófica se presentó el stand up de “Humor Matemágico” de Andrés Rieznik, investigador del Conicet, físico, neurocientífico y mago, conductor de “La liga de la ciencia” en la TV pública; un show único en su género, donde Andrés mezcla magia y matemática, ciencia y humor.
No fue todo: se presentó en público la digitalización de la Revista SER, revista-libro que los Cursos del Profesorado de la Escuela Normal publicaron durante más de tres décadas, entre 1962 y 1994, con ensayos y textos de docentes e investigadores en ciencia y humanidades del mayor renombre y que gracias al trabajo de estudiantes y docentes uruguayenses ahora se encuentra a disposición de quien lo requiera. Y hubo mesas de ponencias, de diálogo e intercambio entre las personas que enviaron sus ensayos sobre temáticas universales hasta las más vinculadas con la región, con la amplitud que caracteriza a la filosofía, a la que “nada le es ajeno”.
Además hubo una muestra impactante de la perturbadora, irreverente, satírica y a veces despiadada obra de humor gráfico de Sergio Langer, que fue abierta con una charla del dibujante con El Gurí Pereyra, ilustrador uruguayense, sobre los límites del humor, y la relación con el pensamiento crítico.
En el cierre de las Jornadas, un inspirado Jorge Fandermole desplegó su bagaje creativo donde el cuidado por las letras es tan meticuloso como por los sonidos y el canto. El auditorio repleto se dejó mecer en un momento mágico (una hora y media que pasó volando) en el que Fander conjuró además la imprescindible toma de posición ante un mundo que no toma conciencia sobre la catástrofe ambiental en marcha ni siquiera si el secretario general de las Naciones Unidas, el impotente bienintencionado Antonio Guterres (o el “simpático inoperante” al decir de Mafalda), inaugura la COP advirtiendo desesperado que “estamos conduciendo en una autopista hacia el infierno climático con el pie en el acelerador”.
En efecto, el tema ambiental –el gran tema moral de nuestro tiempo, según el centenar de Premios Nobel que reclamó hace ya un par de años el cese total del uso de combustibles fósiles– atravesó todas las jornadas. No hubo mesa, charla, actividad, en la que la cuestión no se hiciera presente de distintas formas. Aunque le costó llegar a comprenderlo (¿será nomás que el vuelo se despliega al anochecer?) es evidente que la filosofía, al menos aquí, en el Litoral, en el río Uruguay, tiene claro que de eso se trata. Incluso si es para cuestionar el uso mismo de la palabra “ambiente”, que sostiene Alicia Bugallo, se sigue interpretando como algo externo a nosotres.
Antes hubo una mesa sobre la presencia de la filosofía ambiental en la formación superior, donde a Alicia y a Teresa La Valle se les sumó la voz poderosa y sensible de Guillermo Folguera, filósofo y biólogo pero también comprometido militante ambiental. Y antes una conferencia sobre el pensamiento de Artigas, a cargo del filósofo oriental Leonardo Rodríguez Maglio, con el desafiante planteo de dejar de esperar que las preguntas correctas y las respuestas posibles lleguen desde otras latitudes, aunque eso ¡por supuesto! no signifique ignorar o desentenderse de las ideas interesantes que puedan plantar Byung Chul Han, Arne Naess, Jesus Mosterin, Vandana Shiva o cualquier otra mirada filosófica comprometida con el bien común de la humanidad. Si hasta podemos encontrar los claros puntos de contacto entre Spinoza y Artigas. “Pero acaso ¿los nuestros no valen?” se pregunta y nos pregunta Rodríguez Maglio, y hunde la afilada verdad de la navaja artiguista en el desafío; desafío que se complementa con lo que poco antes ha desarrollado Tirso en su aguda mirada sobre el pensamiento federal que nos interpela desde la historia propia, desde una Entre Ríos preexistente al Estado argentino que sigue soñando con un “hermoso anhelo de un país sin centro”, como define Diego Tatián cuando sintetiza lo vivido en estos tres días.
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Pero ocurre que en nuestros pagos, a diferencia de la vieja Europa, el caburé levanta vuelo a cualquier hora del día y no solo al anochecer, cuando ya todo ha sucedido, como el búho de Minerva hegeliano. Cuenta entonces, nuestro bello, pequeño, ágil e inteligente caburé, con una ventaja sobre el mochuelo europeo: puede reflexionar mejor sobre hacia adónde volar, sobre qué rumbo elegir. Puede hacerlo porque ya sabe el desastre hacia donde condujo el vuelo nocturno de la decadente Europa. Bien podría ser entonces el emblema del modo de hacer filosofía en nuestros lugares. Ojalá ese detalle simbólico de las Jornadas de Filosofía del Río Uruguay se haga costumbre, y nos animemos a pensar con nuestras propias alas y cabezas hacia destinos luminosos, donde rija la ancestral ley de que naide a naide es más.
(*) Artículo publicado en Análisis.
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