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Vaca Muerta: Sismos y minería hasta que no quede nada

El incremento en los procesos de “fracking” en Neuquén activó otra ola de temblores y reavivó el temor a un terremoto a gran escala. La visita de Alberto Fernández coincidió con la sucesión de movimientos telúricos pero el Gobierno omite el impacto. En Río Negro elevaron más de 860 pedidos de nuevas canteras de arena para Vaca Muerta.

Por PATRICIO ELEISEGUI de SUDESTADA

“Vaca muerta está más viva que nunca”. “Aquí tenemos gas para 200 años”. Perdido entre el polvo y el viento, pelo y rictus estropeados por una oleada de remolinos que bien podrían aprovecharse para la generación eólica, el presidente Alberto Fernández ensayó un nuevo discurso reivindicatorio del desastre ambiental que viene llevándose a cabo en torno a Vaca Muerta, el reservorio de hidrocarburos no convencionales que se explota en Neuquén con fervor estatal.

El primer mandatario encabezó el lanzamiento del gasoducto Néstor Kirchner, una obra que el Gobierno promociona como la gran solución a la compra de gas que se efectúa fronteras hacia afuera. Argentina importa alrededor del 16 por ciento del hidrocarburo que se consume a nivel doméstico. El dato que realmente importa: el 60 por ciento de la generación energética local depende de quemar ese combustible. Energía térmica, que le dicen.

La decisión oficial es continuar con la combustión, profundizar la matriz que viene acabando con el planeta, pero, eso sí, con insumo albiceleste. Las renovables, indica la predilección gubernamental por los fósiles –combustibles y cuadros políticos, ya que estamos–, pueden seguir esperando.

Lo particular de la visita de Fernández, aspecto omitido en su discurso a pleno ventarrón, fue que el arribo de la comitiva oficial coincidió con otro de los sismos que generan las fracturas hidráulicas –mejor conocidas como “fracking”– que se llevan a cabo en la zona. Sólo en los últimos ocho días, según datos aportados por Javier Grosso, investigador del Departamento de Geografía de la Universidad Nacional del Comahue, en cercanías de Sauzal Bonito y Añelo se sucedieron 13 temblores.
“La baja profundidad de los eventos coincide con los sectores donde se está fracturando la roca madre en la formación Vaca Muerta, en el área Fortín de Piedra que opera la empresa Tecpetrol”, indicó el experto.

“De esta manera, Sauzal Bonito se constituyó como el espacio de mayor sismicidad percibida en Argentina durante la última semana y el espacio donde ocurren los sismos menos profundos del país. En la Argentina tenemos 3.500 kilómetros de cordillera de los Andes, con una sismicidad natural muy activa. Sin embargo, la mayor cantidad de temblores percibidos ocurre en Vaca Muerta”, añadió.
Señala Grosso que, en Estados Unidos, país que exportó el método de “fracking” al mundo, semejante cantidad de sismos ya hubiese originado el freno a las operaciones de las petroleras. Aquí, sin embargo, el Ejecutivo nacional alienta más y más la actividad. “Estos sismos podrían ser los precursores de un evento mayor. O dar inicio a una seguidilla sísmica en Sauzal Bonito como las ya ocurridas en enero de 2019 y julio de 2021”, advirtió el investigador.

En enero de 2019, las poco más de 300 familias que habitan Sauzal Bonito, un pueblo situado a orillas del río Neuquén, sufrieron 36 sismos en el transcurso de 48 horas. En julio del año pasado, los temblores subieron a 60 en 10 días. La ola de movimientos iniciada hace tan solo una semana, otra vez, hace prever lo peor.

No hay discusión sobre el vínculo entre sismos y “fracking”

Los sismos van de la mano de la profundización de la fractura hidráulica que se efectúa en Vaca Muerta. A esta altura, el vínculo es indiscutible. Las pruebas científicas se multiplican cada año en Argentina y el mundo.

¿En qué consiste esta técnica que abrazan la estatal YPF y otras petroleras con apoyo de los gobiernos de turno? Comprende la rotura de rocas subterráneas mediante explosivos con el fin de liberar moléculas de hidrocarburos. Demanda, además, una inyección de agua que promedia los 90 millones de litros por pozo y una batería de hasta 500 químicos y aditivos por demás de tóxicos.

Lo comenté en otras columnas: la fractura hidráulica dilapida recursos esenciales, pone en estado de inestabilidad a toda la estructura geológica de la región donde se realiza e, incluso, trae a la superficie materiales radiactivos con atributos para instalar una contaminación permanente.

“El fracking es un problema y la inducción sísmica es una parte de ese problema. La otra parte es la contaminación y esta es una decisión de un país de practicarlo o no. (La fractura hidráulica) está asociada a la inducción sísmica, tiene que ver con que se inyectan aguas y hay fracturas en profundidad que se lubrican por efecto de esa inyección”, declaró Andrés Folguera, investigador del CONICET y titular de la Asociación Geológica Argentina, en julio del año pasado.

Uno de los primeros aportes científicos que expuso cómo el método no convencional afecta de forma negativa la estructura geológica de Vaca Muerta provino de la Universidad de San Juan.
Llevada a cabo entre 2014 y 2016, una experiencia científica liderada por Silvina Nacif y Sebastián Correa -investigadores de esa casa de altos estudios que instalaron 11 sismógrafos en la cuenca neuquina- arrojó que los temblores “son reactivaciones tectónicas de la dorsal de Huincul debido a los esfuerzos compresivos del margen activo de subducción controlados por la estructura compleja de la dorsal; o posible reactivación de una falla antigua debido a la actividad de fracturamiento hidráulico y la inyección de fluidos en la zona”.

En las zonas de Estados Unidos, Canadá y China donde se hace “fracking” ocurre lo mismo que en Neuquén: se disparó la actividad sísmica.

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Esa minería de la que casi no se habla

Hay algo más que hace al desastre ecosistémico promovido por los últimos gobiernos para la zona denominada Vaca Muerta. En tanto la fractura hidráulica demanda millones de toneladas de arena la apertura de canteras no ha dejado de acelerarse en la región. El epicentro comprende distintos puntos de la provincia de Río Negro próximos al límite con Neuquén.

Un informe del Observatorio Petrolero Sur (OPSur) señala que entre 2019 y 2021 se presentaron 457 solicitudes de permisos de extracción de ese mineral que encierra sílice sobre una superficie de 22.000 hectáreas. El vértigo sumó más velocidad en la primera mitad de 2022. A principios de esta semana el diario Río Negro divulgó que los pedidos de aperturas de nuevas canteras ascendieron a 864 distribuidos entre tierras fiscales y privadas.

“Del total de expedientes, 851 están en tierras fiscales y 13 están en tierras de propiedad privada. En caso de aprobarse, el período máximo de concesión para canteras en terrenos fiscales y privados es de 10 años y la extensión máxima de 50 años. Por lo que, en los primeros años de 2030 finalizarían las primeras concesiones otorgadas en Río Negro”, detalló el matutino.

Con posibilidad de prórroga por medio siglo, vale remarcar.
Por su parte, el trabajo del OPSur –que lleva la firma de Martín Álvarez Mullally– señala que la demanda de arena para efectuar fracturas hidráulicas “convirtió la meseta rionegrina en el nuevo horizonte minero de la provincia”.

“Las arenas de sílice son utilizadas en el proceso de fracturación hidráulica, cada pozo de shale –de unas 50 fracturas– requiere unas 15.000 toneladas que son mezcladas con miles de litros de químicos y más de 90 millones de litros de agua e inyectadas a alta presión. Cumplen la función de agente sostén (se acumulan en las grietas) y brindan porosidad a la fractura, permitiendo que el hidrocarburo fluya”, explica el informe.
Los volúmenes que demanda Vaca Muerta aterran. “En 2019 las empresas que operan en Vaca Muerta utilizaron 1.403.624 toneladas, según lo declarado en el Cap. IV de la Secretaría de Energía de la Nación, y se proyecta que la demanda llegue a los 2 millones de toneladas anuales para 2022”, se agrega.
Un ritmo megaminero jamás visto en Río Negro.
Y que expone cómo la zona de sacrificio para la extracción de no convencionales se agranda año tras año. Tal como ocurre con el agronegocio, el “fracking” también alienta una frontera extractivista que se corre de forma continua. Avanza a medida que agota los recursos que lo mantienen con vida comercial. Semejante depredación ambiental no podría llevarse a cabo sin el respaldo político y económico de los gobiernos de turno. La visita reciente de Alberto Fernández a Neuquén es parte de ese marco. El oficialismo presume de Vaca Muerta.
No hay peor saqueo que aquel que se concibe e incentiva como política de Estado.

 

 

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