Los polémicos e históricos comicios dividen las aguas y generan una corriente de presión mundial por conocer las actas. Maduro insiste con que ganó pero la oposición y muchos países denuncian "fraude". La trastienda de una historia abierta, vivida en primera persona.
(Enviado especial de C5N a Caracas, Venezuela)
Venezuela. Un país partido al medio en donde todo puede pasar. Donde la realidad se vestirá con diferentes ropajes de acuerdo con el pensamiento de quien la mire. Una nación en la que los odios afloran al ritmo de la política y de las ideologías. Y donde las crisis se suceden sin solución de continuidad. Ahora, cuando algunas variables económicas parecían acomodarse un poco, irrumpe una nueva hecatombe política por una elección presidencial histórica y convulsionada. Una elección sin final a la vista, que se da en un contexto de enfrentamiento entre un gobierno que no quiere dejar el poder después de 12 años (25 si se tiene en cuenta todo el proceso histórico iniciado por Hugo Chávez en 1999) y una oposición que denuncia un sinnúmero de maniobras por parte del oficialismo para perpetuarse.
La incertidumbre reina en esa República Bolivariana de Venezuela en la que hace ya más de una semana sus ciudadanos eligieron presidente, y en la que el Consejo Nacional Electoral (CNE) -de mayoría oficialista- le dio el supuesto triunfo al actual mandatario Nicolás Maduro con el 51,95% (6.408.844 votos) por sobre su principal contrincante, Edmundo González Urrutia, que se habría quedado -según el organismo- con el 43,18% (5.326.104 votos).
El ex embajador recibió un gran impulso en su candidatura por el apoyo de la más importante exponente de la oposición, María Corina Machado, vedada para competir electoralmente. Ese fue el parte que se dio cuatro días después de la contienda habiendo escrutado el 96% de los votos y que coincidió con el difundido la misma noche de la elección, cuando sólo se había contabilizado el 80% de las urnas, algo que no impidió que al día siguiente el CNE proclame a Maduro como presidente electo, aun cuando falta casi cinco meses para el final del actual mandato. De acuerdo a esos datos, habría votado el 59% de los 21 millones de ciudadanos habilitados, es decir, alrededor de 12 millones de personas.
Desde el minuto cero en que el CNE dio ese resultado, la oposición, como gran parte de la sociedad venezolana y referentes de todo el mundo, denunciaron un “fraude”. Y miles de personas salieron a las calles desde distintos puntos del país para rechazar esos guarismos. Empezó con cacerolazos en varios lugares de Caracas (Plaza Altamira, La Candelaria, Las Mercedes, entre otros barrios) y luego se sumaron protestas que incluso bajaban de las barriadas populares al costado de los cerros, por años enclaves chavistas, con centenares de ciudadanos indignados por lo ocurrido con las elecciones pero también por la difícil situación económica que arrastran.
Quizás uno de los casos más arrolladores –y que este periodista pudo cubrir como enviado especial del canal de noticias C5N- fue el de Petare, la favela más grande de Venezuela, en la que las columnas de personas que bajaban de la ladera del morro no cesaron por horas. Luego sobrevendrían los episodios de violencia y represión que llevarían al menos a 11 muertos y entre 988 y 2.000 detenidos, según quien lo anuncie. La primera cifra la dio la ONG Foro Penal -que viene denunciando la exstendida persecución contra opositores- , mientras que la segunda la brindó el propio Gobierno.
Frente a las dudas que crecieron por la forma en que el CNE manejó la información oficial de la votación, muchos gobiernos y personalidades que incluso han mantenido un buen vínculo histórico con Maduro y compañía, exigieron que se muestren todas las actas donde constan los votos de los venezolanos. Así lo hicieron, por ejemplo, los presidentes de Brasil, Luis Inácio Lula Da Silva, de México, Andrés Manuel López Obrador, y de Colombia, Gustavo Petro, en un contundente documento conjunto de esos gobiernos progresistas. A ellos se sumó incluso la ex presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner quien señaló: “Pido, pero no solamente por el pueblo venezolano, por la oposición, por la democracia, por el propio legado de Hugo Chávez, que publiquen las actas”. Y agregó: “Es lo que tenemos que pedir, que se publiquen”.
Esta situación está llevando a un aislamiento cada vez mayor al gobierno de Nicolás Maduro. Algo que ya venía ocurriendo, pero que se agravó a raíz de estos últimos episodios. La cerrazón y la negativa a mostrar las famosas actas, no hacen más que retroalimentar la sospecha de un presunto “fraude” y, como dicen en sus trincheras, “le dan de comer al ‘enemigo’”. Es más, hay algunos consultores internacionales -que incluso ayudaron en la campaña oficialista- que señalan que cada vez se hace más difícil encontrar interlocutores dentro del gobierno porque hay un creciente “verticalismo” basado en la desconfianza y el temor. Y en la intención de aferrarse al poder, cueste lo que cueste.
Este escenario se ve potenciado por la actitud del madurismo ya no sólo con los gobiernos que se le oponen ferozmente (el de EE.UU., Argentina, Panamá, Perú, Uruguay, República Dominicana, Costa Rica, por citar sólo algunos) sino con aquellos otros que durante mucho tiempo denunciaron las graves consecuencias que estaba provocando el bloqueo estadounidense a la sociedad venezolana -con daños cercanos a los 250.000 millones de dólares, es decir, dos veces y media su economía, según los cálculos de los especialistas- y que en distintas ocasiones salieron a respaldar en líneas generales a la administración venezolana, ahora también le están exigiendo una mayor transparencia en los registros electorales.
Hasta el momento sólo algunos países aliados han salido a felicitar a Nicolás Maduro por su supuesta segunda reelección (asumió en 2013 tras la muerte de Chávez y fue ratificado en 2018) determinada por el CNE: fue el caso de China, Rusia, Irán, Nicaragua, Cuba, Honduras y Bolivia. A esos hay que sumar otras naciones en África y Asia, sumando cerca de 40, sobre un concierto de casi 200 naciones del Mundo. El resto o rechazó ese resultado o no se involucró en el tema.
Mientras la oposición daba a conocer su propio conteo a través de una página web donde volcó las actas que pudieron obtener (https://resultadosconvzla.com/), con 24.532 mesas escrutadas (81,70%) y que arrojaba un 67% para Edmundo González Urrutia (7.156.462 votos) contra un 30% de Nicolás Maduro (3.241.461 votos), el Gobierno denunciaba “un golpe de Estado ‘ciberfascista’ y criminal”. Vale recordar que María Corina Machado fue inhabilitada para competir -por 15 años- por el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Venezuela por -supuestamente - no haber respetado el Acuerdo de Barbados -entre oficialismo y oposición- y por vincularla a "la trama de corrupción del usurpador Juan Guaidó", autoproclamado presidente interino hasta enero de 2023 "en un intento por derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro". Según el TSJ, cercano al Gobierno, esa trama “propició el bloqueo criminal a la República Bolivariana de Venezuela, así como también el despojo descarado de las empresas y riquezas del pueblo venezolano en el extranjero, con la complicidad de gobiernos corruptos”.
Con mirada propia
Antes que nada, pido disculpas por escribir estas líneas en primera persona. No es mi estilo pero amerita por la experiencia que transité como enviado especial de C5N para cubrir las históricas elecciones de Venezuela del pasado 28 de julio. Desde el momento en que llegué a Caracas noté que la política se mete hasta por los poros. Así como existe una simbología chavista omnipresente que se manifiesta en monumentos, edificios públicos, retratos y murales callejeros, había carteles proselitistas vinculados a este comicioo por doquier. Tanto de Nicolás Maduro como de su principal contrincante Edmundo González Urrutia. Y, en mucho menor medida, de los otros ocho postulantes al Palacio de Miraflores. Vale decir que la imagen del actual presidente que buscaba su tercer mandato al frente del Ejecutivo era la que más se repetía en los afiches de campaña.
Desde la llegada al aeropuerto de Caracas se notaba un gran movimiento en las calles, con muchos vehículos transitando por las autopistas. Y ese era un dato en sí mismo porque cinco años antes había disminuido mucho por la crisis económica que asolaba al país caribeño. En este caso, las mejoras económicas se sienten desde el levantamiento de algunas de las sanciones económicas impuestas por los EE.UU. luego de que el Gobierno de Maduro permitiera que una coalición opositora con chances reales de ser competitiva pudiera participar de las elecciones ya que en el pasado el chavismo utilizó todo tipo de artilugios para vetar a candidatos de otros partidos mientras que en algunas ocasiones se autoexcluyeron de las campañas, ya sea por internismos o por sentir que no estaban dadas las condiciones para participar libremente. Además el petróleo venezolano se volvió una necesidad ineludible por el faltante mundial a raíz de la guerra entre Rusia y Ucrania, algo que sopeso especialmente en la decisión de EE.UU. de aflojar en esas sanciones.
Eso permitió que la economía venezolana comience una lenta mejora bajando la inflación de un 130.000% como la vivida en 2018 a un 1% mensual en junio de este año. Aquellas postales de autopistas desiertas por la imposibilidad de comprar combustible –que de por sí es muy barato ya que los 30 litros que pueden comprar subsidiados por mes se consiguen a 0,30 centavos de dólar y el resto a 0,50- y de supermercados desabastecidos quedaron atrás. Así como hace un lustro se veían imágenes que mostraban góndolas vacías en todas las cadenas, hoy están repletas de mercadería nacional e importada y los comercios se ven abarrotados de clientes.
Sin embargo, los precios, que están dolarizados (la moneda estadounidense circula al igual que el Bolívar), resultan muy elevados para los castigados bolsillos venezolanos. Los trabajadores públicos cobran alrededor de 3 dólares aunque con los bonos y la ayuda de bolsas de comida que les da el Estado, ese número puede llegar a los 180 o 200 dólares por mes; los jubilados están en la misma situación y con esas ayudas adicionales pueden arrimar a los 80 o 100 dólares; mientras que los empleados privados pueden rondar en promedio entre 200 y 300 dólares, aunque quienes desarrollan sus tareas en actividades vinculadas al petróleo (principal motor de la economía del país caribeño) pueden ganar mucho más. Esos salarios están muy por debajo de lo que se necesita para vivir. Por eso hay estadísticas que señalan que más del 50% de los venezolanos transitan la pobreza extrema y cerca del 75% son pobres. Sin embargo, esos movimientos de los últimos tiempos parecen haber mejorado la situación de un 15% aproximadamente de clase media que ha vuelto a consumir mucho más. Algo que se refleja también en la macroeconomía: según las proyecciones del FMI, Venezuela será este año el país de América Latina en el que más crecerá su PBI: alrededor del 4,4%.
Esas mejoras no parecen suficientes frente a un país que perdió casi el 75% de su PBI en los últimos años (de 400.000 millones de dólares a menos de 100.000 millones) y que ha expulsado a casi un cuarto de su población en una década: se calcula que entre 7 y 8 millones de venezolanos abandonaron su nación en los últimos 10 años, quedando en su gran territorio apenas 28 millones de personas. De hecho, llama mucho la atención la gran cantidad de viviendas vacías que hay en Caracas y otras ciudades. Y hasta hay un cálculo que señala que en 8 de cada 10 familias tienen algún pariente que se ha ido al Exterior. Esos exiliados envían las remesas que son clave en el sostenimiento de sus seres queridos. Aunque gran parte de los emigrados vieron bloqueadas sus posibilidades de votar en las últimas elecciones ya que el Gobierno impuso una serie de trabas burocráticas que hicieron que de 5 millones de venezolanos que podrían haber sufragado en estos comicios, sólo fueran habilitados poco más de 60.000. Hay muchos analistas que consideran que si los exiliados venezolanos hubieran podido elegir desde los países donde residen, la mayoría de esos votos irían, sin dudarlo, a la oposición. Sin embargo, el oficialismo niega que esos números sobre el total de la diáspora sean reales, asegura que los exiliados fueron muchos menos y que gran parte de ellos ya regresaron al país en virtud de las mejoras económicas.
Antes, durante y después de las urnas
En la semana en que me tocó estar en Venezuela, antes, durante y después de las elecciones, pude observar varios momentos: la expectativa previa (también reflejada en la compra compulsiva de mercaderías en supermercados, comercios y ferias, quizás preocupados por el día después); el entusiasmo ciudadano (tanto en los actos de cierre de campaña del oficialismo y la oposición, como el mismo día de la votación); y la decepción, la violencia y los festejos oficiales (después de conocido el resultado presentado por el CNE).
El día del cierre de las campañas (jueves 25 de julio) ví como se llenó la zona de Las Mercedes (en el Este de Caracas) con la convocatoria opositora de Edmundo González Urrutia y, sobre todo, con María Corina Machado. Eran miles y miles de personas las que llegaron hasta esa zona de clase media que se ha convertido en el centro de las manifestaciones de quienes se enfrentan al gobierno venezolano.
Más tarde fui a cubrir el cierre de campaña de Nicolás Maduro y allí la concurrencia que pude observar fue mucho mayor que la opositora. De hecho, el escenario principal estaba montado sobre la ancha avenida Bolívar (de unos 10 carriles) y las columnas recorrían 10 cuadras de esa arteria, además de otro tanto en 8 avenidas circundantes. Los manifestantes chavistas fueron llegando por horas hasta conformar esa enorme marea que mostraba la capacidad de movilizar que mantiene el aparato oficial como también la gran cantidad de ciudadanos que acudieron por las suyas para apoyar a Maduro.
En los días subsiguientes me dediqué a recorrer distintos barrios, algunos en los de la oposición es más fuerte y otros en los que el oficialismo suele ganar holgadamente. Así como en Las Mercedes los seguidores de González y Machado son mayoría, en la popular barriada "23 de enero" (donde incluso está el impresionante Mausoleo en el que descansan los restos de Hugo Chávez en el Cuartel de la Montaña 4F) arrasa el oficialismo. La idea fue mostrar en C5N las distintas realidades y visiones que se plasman en la sociedad venezolana.
También recorrí supermercados y ferias viendo cuál era la realidad del consumo, los precios y cómo funcionaba la economía doméstica en medio de una dolarización de facto. Y me acerqué hasta el balneario La Guaira (a unos 35 kilómetros de la capital) en el Mar Caribe, adonde los caraqueños suelen ir a pasar los fines de semana aunque en este caso, en la víspera de la votación, muchos ciudadanos prefirieron quedarse en sus casas para concurrir a las urnas.
En Venezuela, las 30.000 mesas de votación, repartidas en 15.000 centros, se abrieron a las 6:00 de la mañana de ese domingo 28 de julio, aunque había personas haciendo colas desde las 4:00 de la madrugada y en algunos casos hasta pasaron la noche en esa espera cívica. Los ciudadanos podían votar hasta las 18:00 horas, aunque algunas mesas permanecieron abiertas un rato más para que pudieran sufragar los que estaban en la fila. Nicolás Maduro votó en una escuela agropecuaria del centro de Caracas muy temprano en la mañana, a las 6:15 AM. Edmundo González Urrutia lo hizo en una institución religiosa de Las Mercedes al mediodía y Corina Machado sufragó en un colegio del barrio Los Chorros, a primera hora de la tarde. Allí estuve cubriendo las tres votaciones y pude escuchar de boca de sus protagonistas que los comicios se venían realizando con total normalidad.
Antes de hablar con los periodistas que estábamos presentes, cada uno de ellos había presentado su Cédula de Identidad ante las autoridades de mesa; ellas habían corroborado que figuraban en el padrón del lugar y entonces ingresaron al biombo donde en una computadora aparecían las listas con todos los candidatos (Maduro figuraba en 13 y González en 3). Allí seleccionaron la opción deseada y la máquina les expendió un comprobante que depositaron en la urna: Luego estamparon su huella electoral en el padrón de votantes y se retiraron. Al finalizar la jornada cívica se imprimieron las actas de los resultados de cada mesa, se transmitieron al Centro de Cómputos en el CNE y una copia se guardó en cada urna. Así funciona el proceso de voación, considerado muy seguro por parte de los expertos. Luego los fiscales (testigos) de cada partido pueden pedir un ejemplar de esa acta. Eso fue lo que le solicitaron Corina Machado y Edmundo González a sus militantes que habían estado controlando la elección: que no se vayan hasta llevarse el acta definitiva. Son esos documentos que ahora se le pide a las autoridades que se muestren.
Después del cierre de las urnas vino una larga espera en la carpa montada en el CNE, con muchos amagues de una conferencia de prensa que recién se concretó cerca de la 1 de la mañana cuando el cuerpo encabezado por su titular, Elvis Amoroso, anunció que -con el 80% de las mesas escrutadas- el ganador era Maduro (con el 51% de los votos) y que segundo había quedado González (con el 44%). A la vez que denunció que el sistema había sido víctima de un ciberataque que había afectado la transmisión de los datos y que por eso se había demorado tanto el anuncio oficial.
Un final sin final
A partir de allí, todo se volvería un caos. En la mañana del 29 de julio comenzaron a sonar las cacerolas y las bocinas protestando contra lo anunciado por el CNE. Pude cubrir esas manifestaciones en los alrededores de la Plaza Altamira como también en el barrio La Candelaria. Y, allí me enteré de lo que estaba ocurriendo en las afueras de Caracas, en Petare, donde miles de personas bajaban de los cerros para protestar. Y hacia allí fui. Pude comprobar un movimiento social impresionante que no respondía al llamado de ningún político sino que eran personas manifestándose espontáneamente, no sólo por lo que había pasado con el resultado electoral sino -sobre todo- por la grave situación económica y social y cierto hartazgo hacia la dirigencia en general.
Esa noche, lamentablemente terminó en violencia y represión con al menos 7 muertos en distintas localidades y hechos de vandalismos en varios puntos, como también denuncias de abusos por parte de las Fuerzas de Seguridad. Y, al día siguiente, hubo otros enfrentamientos, elevando el número de fallecidos a 11. La oposición acusa al Gobierno de haber detenido a casi 1.000 manifestantes. El oficialismo, en cambio, redobla la apuesta y dice haber metido presos a más de 2.000, aunque los sindica como vándalos que produjeron estragos. Quizás asustados por lo ocurrido en esas dos primeras jornadas post-elecciones, los comercios comenzaron a bajar sus persianas cada vez más temprano y Caracas se convirtió por las noches en una suerte de ciudad fantasma a la que muchos compararon con la época de la Pandemia de COVID 19. También hay quienes argumentan que el Gobierno militarizó las calles y los barrios para frenar otras rebeliones. Y que eso "disuadió" -por temor- a los potenciales manifestantes.
Igualmente, el martes 30 hubo una gran marcha opositora frente a la sede de la ONU en Caracas donde entregaron un petitorio para que haya una presión internacional para transparentar las elecciones. Ese mismo día, por la tarde, se concretó otra gran manifestación a favor de Maduro. Y el fin de semana siguiente hubo otras expresiones masivas de ambos bandos. En otras muestras más de un país partido al medio.
Mientras tanto, se cerraron varias Embajadas extranjeras tras la ruptura de relaciones con el gobierno venezolano (Argentina, Perú, Panamá, entre otras) a la vez que Maduro hizo volver a sus diplomáticos en esas naciones. El Aerpuerto de Caracas se llenó de personas (incluso varios veedores internacionales que habían sido invitados por el gobierno chavista para observar el proceso electoral) buscando abandonar ese territorio antes de que se cancelen más vuelos. En una carrera contrarreloj que no hace otra cosa que ratificar el cada vez mayor aislamiento que está rodeando a esa administración. Así vive hoy Venezuela. En medio de la incertidumbre total. Con una guerra cruzada de denuncias y ataques. Y con un final sin final.
FOTOS: Gabriel Michi (desde Venezuela)
(*) Artículo originalmente publicado en mundonews.com.ar. Se reproduce por gentileza de su autor.
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