Immanuel Wallerstein falleció el último día de agosto, en Nueva York, con 88 años. Aquí se esbozan algunas razones para leer a este pensador tan necesario en tiempos de capitalismo ultrafinanciarizado.
(*) Por A.S.
El último día de agosto murió Immanuel Wallerstein, uno de los más importantes pensadores de Occidente, y quizás del mundo. Un pensador a contrapelo de Occidente, no obstante. Un filósofo, sociólogo, economista e historiador al que podríamos catalogar como marxista pero nunca un “marx-cita” de los que se burlaba Jauretche, bromeando acerca de esos autores que solo repiten lo que escribió Marx aunque nada tenga que ver con el mundo actual. “Marxista de Braudel y de la Escuela de los Annales”, agregará seguramente algún historiador, recordando que Wallerstein era tributario sobre todo de esa línea historiográfica que se interesaba mucho más en comprender las estructuras y los procesos sociales que en ensalzar individualidades o “héroes”.
¿Por qué es importante Wallerstein? Por varias razones: en primer lugar era un pensador heredero de Marx pero que en lugar de realizar teorizaciones volátiles y delirantes como tantos otros de sus autopercibidos herederos, se propuso analizar el capitalismo realmente existente en términos concretos. Su obra más ambiciosa e importante son los cuatro tomos de 'El Moderno Sistema Mundial', donde estudia cómo en los últimos cinco siglos se fue implantando en todo el planeta, por primera vez en la historia de la humanidad, un sistema global, mundial (de ahí el nombre de esa obra. Quedó inconcluso un quinto volumen que iba a estar dedicado al siglo XX).
Wallerstein explica allí que es un tipo de sistema social que el mundo no había conocido anteriormente: una entidad económica pero no política, al contrario de lo que habían sido hasta entonces los imperios y las naciones: la palabra “capitalismo” no alcanza para definirlo. Es más, este sistema economía-mundo es un sistema 'mundial', no porque incluya a la totalidad del mundo, sino porque es mayor que cualquier unidad política jurídicamente definida. Y lo considera una 'economía-mundo' porque el vínculo básico entre las partes del sistema es económico, y no político.
Wallerstein cuestionó la idea de clases, con un concepto flexible en el que ve a las clases sociales más como alianzas de intereses que como posiciones sociales prefijadas. También marcó que el conflicto social hace ya tiempo que no es solamente entre capitalistas y trabajadores: hay toda una serie de segmentaciones y conflictos que involucran género, “raza”, religión u orientación sexual. Y también conflicto de los capitalistas entre sí, y con los ecosistemas.
Tan potente fue la comprensión de Wallerstein acerca de ese sistema que pudo hacer algo que rara vez hacen las ciencias sociales: predecir sucesos y procesos, casi con la rigurosidad de las ciencias naturales. Anticipó la caída del muro de Berlín y del llamado “socialismo soviético”, porque entendía que se trataba de un estado capitalista más, nacido de un movimiento antisistémico y por eso con ciertas peculiaridades internas muy especiales, pero totalmente dependiente del devenir del capitalismo mundial. Predijo el ascenso de China, hoy en pleno empate hegemónico con los Estados Unidos, y aun más sorprendentemente, Wallerstein predijo el dilema actual de los Estados Unidos, entre su decadencia como amo hegemónico del mundo capitalista y su presente “populista”, casi racista, en el que se intentaría restaurar el “american way of life” ante la amenaza de la globalización y la deslocalización.
En ese mismo sentido vale consignar esta otra predicción de su autoría: “El actual sistema mundo, basado en la economía mundo de tipo capitalista, se encuentra en un momento de desequilibrio e inicio de su crisis final, es decir de su transición a otro sistema aún no visiblemente determinado”. Aun no visiblemente determinado, escribió Wallerstein, que es lo mismo que decir: “Se acaba el capitalismo tal como lo conocemos, pero nadie sabe qué es lo que viene”.
Tenía decenas de libros publicados. Murió el ultimo día de agosto, en Nueva York, con 88 años. Y para despedirlo, quizás valga recordar otra cita, en este caso una recomendación que brindó en una de las últimas entrevistas que concedió:
"Quiero decirles a los jóvenes que no lean sobre Marx, sino que lean directamente a Marx. Pocas personas, a pesar de las muchas que hablan de él, han leído de verdad a Marx. Lo mismo ocurre con Adam Smith. En general, solo se lee sobre estos clásicos. La gente aprende sobre ellos a través de resúmenes de otros autores. Quieren ahorrar tiempo pero, de hecho, ¡es una pérdida de tiempo!"
(*) Está columna sale los viernes en la radio de la UNER bajo el título "Filosofía y otras cuestiones que no le interesan a nadie".
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