En una carta enviada a esta redacción, y bajo el título "Delicadezas para con todas y tolerancie absolute para todes" (sic) el abogado uruguayense defiende a la concejala Karina Percara, que fue noticia por haber comparado a quienes promueven la legalización del aborto con el régimen nazi.
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(*) Por GUSTAVO SOPPELSA
A mi juicio, debo ser sincero, la homologación de una perspectiva nazi a este caso peca de excesiva metodológicamente, y esto aun cuando el cura argentino que reina en El Vaticano lo haya decretado así, cosa que me tiene sin el más mínimo cuidado en tanto es doctrina que no sigo.
Sin embargo, creo, nada costaría poner a cuenta de la libertad de expresión la opinión de la edil, y que sus opositores trataran de refutarla antes que de poner el grito en el cielo llevando la denuncia a extremos stalinistas, digamos para mantenernos en la región de los totalitarismos.
Porque -y nobleza obliga a recordar lo que es, de todos modos, no pasado, sino presente-, yo no he visto a nadie del bando abortista ser precisamente “contenido, respetuoso, conceptualista, aséptico, diplomático, puramente filosófico, exclusivamente racional, etc., etc.”. O, por lo menos, sólo he escuchado posiciones abortistas educadas, fundadas históricamente sin agravios y civilizadas sólo de un 0,0000001% de aquel bando.
De hecho, en tanto se convalide el prejuicio bastante zarandeado de la oscuridad tenebrosa de la Edad Media, lo más suave que he escuchado a los abortistas decir de los que se les oponen es que ellos son seres medievales e inquisitoriales, mote que dada la leyenda negra no tiene nada de edificante, y recuerda la Inquisición icónica y su potro de torturas como mínimo, con más hogueras y sambenitos.
Esto, que nadie puede refutar porque se lee en las redes y en los medios, sería una anécdota más o menos desagradable si los que insultan en nombre del aborto creyesen que, aceptado su “derecho a expresarse mediante exabruptos y difamaciones” en beneficio de la libertad, ese derecho también se admite en referencia a los que les oponen.
Si se observan muchísimas expresiones del abortismo, vemos que por un camino ya transitado como una salmodia se va del argumento sanitarista a la sociedad machista y de allí por el metrobus del facilismo mental al fascismo, entre otras lindezas de que se acusa a todo el mundo sometido al “constructo heteropatriarcal” y siguen pavadas varias: yo he visto en las redes caricaturas supuestamente cómicas de hombres a los que se les martillan los testículos, por ejemplo, y multitud de consignas agresivas que van desde la ya cotidiana “muerte al macho” a un llamado a quemar iglesias, con más toda la diversidad que se le pueda a la gente ocurrir. Una sociedad libre, sí. Me encanta. Pero para todos.
"Yo no he visto a nadie del bando abortista ser precisamente “contenido, respetuoso, conceptualista, aséptico, diplomático, puramente filosófico, exclusivamente racional"
Por tanto, yo no espero de los abortistas buena fe ninguna en sus manifestaciones ni en sus actos, aunque sí aguardo de los observadores hipotéticamente “neutrales”, léase medios periodísticos, redes sociales e instituciones, con más los individuos a título personal, por lo menos fair play: o se juega fuerte, o se juega como señoritas, de acuerdo a la sindicación que hizo el DT mexicano de las teatralizaciones de Neymar (perdén a les fines lectores de prose inclusive per le menciona machiste).
No soy religioso, o sea creyente. Me definiría como un laico respetuoso cuando advierto que, en mi medio o en general, ciertas expresiones de mi libertad pueden herir evitablemente las creencias de otros: ni la crueldad, ni la provocación escandalosa snobista me apetecen. Y me cuido en relación a lo que digo y escribo, aunque parezca que no, y muchos se asombrarían de lo que no he dicho por continencia durante toda mi vida. Y, a veces, ejerzo autocensura sobre mis chistes y bromas, que como muchos saben abundan en mi muro virtual, porque callarme un párrafo ingenioso o cómico puede valer menos que lastimar: eso se llama “responsabilidad en la libertad”, y es cierto que en ocasiones nos acordamos de ejercer la primera y otras no. Todos nos olvidamos de eso cada tanto, y algunos lo olvidan más que otros, como los que pintarrajearon orgullosamente en “lucha” análoga la Escuela Normal y otros edificios públicos sin que nadie de la prensa progresista saliese a pedir cabezas o miembros cortados de nadie.
Consecuentemente, yo no veo en la publicación de Karina Percara más que una forma de expresarse -que yo avalaría o no en su fondo, aunque insisto que incluso fue respaldada por el obispo de Roma nacido en Flores, al que nadie denunció al INADI, creo-, y solicito que el VAR, antes de que se cobre penal o se saque la roja, revise enteramente la jugada, y por qué no el partido completo.
Nota: me anticipo a la ya declamada herida histórica que esgrimen los judíos por la sola mención del nazismo, sea como fuere ella hecha, lo que por supuesto sólo puede ser reconocido en cuanto a una hipotética apología del Holocausto por ejemplo, cosa que aquí ha sido exactamente inversa: si Karina comparó al abortismo con el nazismo lo hizo por sus connotaciones negativas, y no para encomiarlo, con lo que sería ridículo, como decimos los abogados, aducir agravio sin interés. ¿Cuál es el propósito de la queja en este supuesto? ¿Lograr una retractación homologada por un consejo de notables, de quién sabe dónde, en la que se establezca cuál es el baremo aceptable para conceptuar históricamente al nazismo en su gradiente aceptado de maldad? Hannah Arendt lo vio complejamente banal. ¿Y qué hacemos con ella? ¿La juzgamos de parte del INADI posmórtem porque no concordamos?
Por las dudas, digo y afirmo, que la misma amonestación que se quiere hacer caer sobre Karina, sirve contra los judíos que deshonran la memoria de los aniquilados en el Holocausto, utilizándola como arma para defender cualquier posición por ser ello “más fácil de argumentar” y “más rápido para estigmatizar” al contrario. Eso es indigno, y yo que soy un gentil, lo aseguro valido de la misma condición humana que me da la posibilidad de exhibir mi repugnancia frente a esos crímenes atroces que jamás deberán ser olvidados ni redimidos.
(*) Carta enviada a la Redacción de El Miércoles Digital
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